Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Mientras se desarrolla el XIV congreso de la CSUTCB (Confederacion Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia) muchas reflexiones se hacen necesarias, desde su fundacion ha tenido gran importancia en la vida política del Estado y del proceso que ahora vivimos, las lineas que tomamos de su tesis de 1983 resumen una faceta historica de lucha en la vida de nuestro pueblo.
Extracto de la tesis de la CSUTCB de 1983
(...)
El
surgimiento de la república no tuvo ningún beneficio para nosotros. Los
Olañetas, Murillos, Cáceres y otros héroes del criollaje se pasaron del bando español
al bando criollo, escamoteando así nuestra lucha anticolonial, para convertirse
en herederos de los privilegios de los españoles. Por eso desde la fundación de
la república los criollos fueron incapaces de sustituir efectivamente al poder
colonial y sólo construyeron una caricatura de república, manteniendo las
estructuras coloniales y las mismas relaciones de explotación y de opresión.
Nuestro tributo continuó sustentando económicamente la nueva república. El
latifundismo criollo continuó expropiándonos nuestras tierras y sometiéndonos
al pongueaje. En los llanos orientales, se intensificó el exterminio de los
pueblos nativos con la explotación de la quina y el caucho, que devastó a las
ricas tierras de Moxos de sus recursos naturales y humanos, e incluso culminó
con la desmembración territorial del país.
La
discriminación y la opresión racial se fortalecieron a través del voto
calificado y de múltiples prohibiciones. Los campesinos no podíamos circular
libremente por las calles y plazas de las ciudades. No podíamos elegir ni ser
elegidos. En ella nos no teníamos ni siquiera el derecho a la vida propia
porque vivíamos bajo condiciones de esclavitud. La oligarquía intentó
suprimirnos por todos los medios a su alcance, desde la masacre, hasta la negación
sistemática de nuestra identidad y de nuestros valores culturales.
Pero
nuestra historia no es sólo de humillación, sino también de lucha para cambiar
esta injusta sociedad criolla heredada de la colonia. Testimonio de ello son
las grandes movilizaciones encabezadas por Zárate Willka, Apiyawaiki Tumpa,
Santos Marka T'ula, los comunarios de Jesús de Machaka, Caquiaviri, Chayanta y
muchos otros levantamientos que fueron brutalmente reprimidos por la
oligarquía. Después de ser ciudadanos de segunda clase, nos quisieron convertir
en ciudadanos a la fuerza para que ofrendemos nuestras vidas en la primera
línea de las trincheras del Chaco. Nos utilizaron como carne de cañón para
defender la república de la oligarquía pro-imperialista. Se ensañaron contra
nuestros hermanos guaraníes, para quienes las fronteras artificiales no tenían
ningún significado.

Todas
estas movilizaciones culminaron con la insurrección de 1952, y con la dictación
de algunas medidas progresistas como la reforma agraria, la nacionalización de
las minas y el voto universal. Pero estas conquistas fueron escamoteadas y traicionadas
por la clase dominante que se apoderó de esa revolución.
La
reforma agraria de 1953, que ha sido utilizada como bandera política por los
partidos que se creen salvadores del país, fue desvirtuada por el esquema
individualista de parcelación de tierras y el minifundio improductivo. Con la
llamada reforma agraria, culminó un largo proceso de fragmentación de nuestras
formas organizativas comunitarias. Por otro lado, vemos el fortalecimiento de
nuevos grandes propietarios de tipo agroindustrial y ganadero en el oriente
boliviano, que explotan inmisericordemente a una masa de trabajadores zafreros,
cosechadores del algodón, peones agrícolas, etc., y que son favorecidos con
toda clase de ventajas desde el Estado. A muchas zonas ni siquiera ha llegado la
reforma agraria. Los latifundistas han seguido explotando a peones sirionós,
ayoreos, chiquitanos, guaraníes, etc., bajo sistema y métodos coloniales.
El
voto universal, si bien nos permitió una mayor participación política, se
desvirtuó porque nos quisieron manejar como a una sumisa masa electoral. El
sindicalismo campesino se convirtió en instrumento de manipulación por parte de
las distintas fracciones políticas en el poder. De pongos de producción, nos
quisieron convertir en pongos políticos.
A
este sindicalismo oficialista y manipulador se le reforzó desde la época de
Barrientos con el Pacto militar-campesino, llegando a extremos en la
suplantación de nuestras organizaciones sindicales a través de dirigentes
maleados y a sueldo, que no tenían ningún escrúpulo en utilizar nuestro nombre
para proclamar líderes máximos del campesinado a los asesinos del pueblo.
Para
los verdaderos campesinos el Pacto Militar-Campesino ha significado
exclusivamente sufrimientos y masacres como las de Tolata, Epizana y Melga, y
políticas anticampesinas como el Impuesto Único Agropecuario, sucesivas
devaluaciones, golpes militares, persecución, encarcelamiento, confinamiento y
muerte de nuestros dirigentes.
Contra
esta manipulación sindical y contra esta política anticampesina hemos luchado
desde los años sesenta en busca de un nuevo sindicalismo, asentado en nuestras
auténticas organizaciones de base. Los inicios de este nuevo despertar
campesino se remontan a la lucha contra el Impuesto Único Agropecuario, con el
surgimiento del Bloque Independiente Campesino y con la organización
independiente de los colonizadores, que se afilian a la Central Obrera
Boliviana. También, durante los gobiernos de Ovando y Torres surgen nuevas
corrientes desde dentro y fuera de la CNTCB, que logran arrebatar
momentáneamente la máxima dirección de este organismo sindical a las
manipulaciones del Pacto militar-campesino en el VI Congreso Nacional realizado
en Potosí el 2 de agosto de 1971. En este congreso, nuestros dirigentes retoman
el camino iniciado por Túpak Katari, Zárate Willka, Santos Marka T'ula y otros.
Con el golpe de Banzer nuevamente se corta el desarrollo autónomo del
movimiento sindical agrario, descabezándose nuestras organizaciones. Los
dirigentes legítimos son suplantados por coordinadores a sueldo y por enemigos
del campesinado, como Oscar Céspedes, Clemente Alarcón, Pascual Gamón, Pedro
Surco, Dionisio Osco, Leoncio Torrico, Vidal Jiménez. Willy Román, Miguel
Trigo, Simón Peñaranda y otros traficantes. En el septenio banzerista la
política anticampesina fue aplicada cada vez con mayor fuerza.

Los
campesinos tuvimos una activa participación en la recuperación de las
libertades democráticas, participando en la huelga nacional de hambre de
diciembre de 1977, al lado de las mujeres mineras y de todo el pueblo
boliviano. Todo el proceso de reorganización desde la base, que emprendimos
para derrocar al oficialismo, recibió un nuevo impulso, en marzo de 1978 con la
realización de VII Congreso de la Confederación Nacional de Trabajadores
Campesinos Tupak Katari, que contó con la presencia de dirigentes de la FSTMB y
la COB.
Durante
toda esta trayectoria de lucha vimos que nuestro movimiento sindical formaba
parte de una lucha más amplia de todos los oprimidos de Bolivia. Constatamos
que con los hermanos mineros, fabriles, constructores, no solamente nos unen
relaciones de solidaridad de clase, sino también raíces históricas y culturales
comunes, y la lucha contra los mismos enemigos. Por ello, emprendimos la tarea
de afianzar nuestras relaciones con la organización matriz de los trabajadores
de Bolivia. Este proceso culminó con el Primer Congreso de Unidad Campesina
realizado el 26 de junio de 1979.
En
este magno evento, se constituyó la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia, afiliada a la Central Obrera Boliviana. En
la CSUTCB se emprende un trabajo unitario, respetando la diversidad de
tradiciones de lucha y formas organizativas, y representando así todos los
oprimidos del campo. Este proceso se continúa fortaleciendo, mediante la
incorporación de trabajadores zafreros, siringueros, recolectores de castaña y
cosechadores de algodón a nuestra organización matriz. Asimismo, se han
iniciado vínculos con las organizaciones de los pueblos nativos del oriente,
nororiente y sur del país.
La
representatividad de la CSUTCB quedó plenamente reafirmada con las grandes
movilizaciones de resistencia contra el golpe de Natusch Busch y contra la
devaluación monetaria de Lidia Gueiler, en noviembre-diciembre de 1979. Desde
todos los confines del país se generalizaron los bloqueos de caminos, que
consiguieron paralizar por completo los transportes y el abastecimiento de
alimentos a lo largo y ancho del país. Los bloqueos de 1979 nos mostraron una
vez más que en Bolivia siguen subsistiendo prejuicios racistas contra el
campesinado que lucha por sus legítimas reivindicaciones. La fuerza de estos
prejuicios es tal que hasta en la propia dirección de la COB no se llegaron a
comprender cabalmente las causas de nuestra lucha. Pero esta experiencia,
juntamente con todo el proceso de reorganización sindical que realizamos
durante la apertura democrática de 1978-80, nos demostraron que nuestra lucha
al lado de los trabajadores del país es al mismo tiempo unitaria, pero
manteniendo nuestra personalidad propia y nuestras específicas reivindicaciones.

Entre
los dirigentes sindicales y políticos en la resistencia figuran también
valiosos dirigentes campesinos, como Florencio Gabriel en el Norte de Potosí,
Macedonio Layme en Achacachi y muchos otros compañeros. Pero en la medida en
que la CSUTCB está enraizada en cada comunidad, en cada sindicato agrario, en
todas las áreas rurales, esta política de descabezamiento, intimidación y
terror no logró sus objetivos. Es así que con nuestra lucha contribuimos
decisivamente a la reconquista de la democracia. Aún antes de la amnistía
decretada por el gobierno militar en 1982, nuestra organización recuperó plena
vigencia a partir del retorno del compañero Jenaro Flores del exilio, quien
declaró públicamente:
"He
retornado para continuar la lucha de nuestro pueblo y para seguir los pasos de
Túpak Katari."
Así
logramos arrancar a las dictaduras militares la vigencia de nuestros derechos
organizativos políticos, lo cual se vio plenamente confirmado con el V Ampliado
Nacional de nuestra organización, realizado en La Paz entre el 5 y el 8 de
julio de 1982.
La
reconquista del proceso democrático ha sido, pues, fruto de nuestra lucha
conjunta con todos los trabajadores de Bolivia(...)
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