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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás

El PIB regresa al trono


Por. Eduardo Gudynas
El decreto presidencial ata el crecimiento económico y el PIB al Vivir Bien. Esto sólo es posible si se despoja todavía más al Vivir Bien de sus críticas radicales al desarrollo.
La medida de un aguinaldo extraordinario ha sido debatida acaloradamente en las últimas semanas. A pesar de ello, no resisto la tentación de comentar sobre un aspecto que me parece ha pasado desapercibido. No me enfocaré en la medida, sino en las bases conceptuales del "Esfuerzo por Bolivia”.
Según el decreto presidencial, se premiará con un aguinaldo adicional como reconocimiento al papel de los trabajadores e incentivo para su eficiencia, toda vez que el crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) supere 4,5 %. Esto sería parte de la orientación de mejorar la calidad de vida y el Vivir Bien, agrega el decreto.
Esta base conceptual es muy sorprendente, al menos por tres motivos. No es una medida neoliberal, pero vuelve a poner en primer plano el crecimiento económico y el PBI, asociándolo directamente a la calidad de vida y el Vivir Bien. Este giro economicista no proviene de la derecha, sino de un gobierno progresista. Finalmente, se aleja un poco más de las ideas originales del Vivir Bien.
Crecimiento y PIB
La defensa del crecimiento económico como elemento central y motor del desarrollo se consolidó en los países del norte desde mediados de la década de 1940. Su indicador privilegiado era el "producto interno bruto” (PIB). Bajo el PIB se agregan muchas variables, expresadas en dinero, y se supone que expresa el estado de una economía nacional. La obsesión con el crecimiento económico está íntimamente asociada al PIB: si ese número aumentaba, se entendía que el país avanzaba. Allí nacieron las metáforas de que si el crecimiento era suficientemente alto se derramarían efectos hacia los sectores más pobres. Si el PIB se estancaba, era preocupante, si se contraía, era alarmante.
Esas ideas convencionales del desarrollo siguieron avanzando, y sumaron como indicador al PIB per cápita, dividiendo todo el conjunto de valores económicos entre el número de habitantes. Lograron imponer ese bizarro cociente como una evaluación del bienestar social de las personas, e incluso de la calidad de vida.
El paquete conformado por el desarrollo como crecimiento, el PIB y el PIB per cápita, es parte del núcleo central del capitalismo de mediados del siglo XX, que se expandió a todo el planeta gracias al Banco Mundial, las empresas, la academia convencional y sus seguidores locales.
El PIB encierra todo tipo de simplificaciones, tales como ignorar todo lo que no sea valorado económicamente, desconocer las condiciones sociales o ambientales, o mezclar la panadería de barrio con una transnacional. Su contabilidad es torcida, ya que, por ejemplo, si hay muchos enfermos y se gasta más dinero en medicinas y médicos, entonces el PIB aumentará.
Dadas todas estas limitaciones no puede sorprender que llovieran las críticas. Éstas se profundizaron en la década de 1960, partiendo sobre todo de los países del sur, y de varios intelectuales de izquierda. Desarrollo y crecimiento no son sinónimos, se repetía desde América Latina, África y Asia, llegándose incluso a postular que se aboliera el uso del PIB.
Esto explica la actual paradoja: la base conceptual de la medida gubernamental boliviana vuelve a poner en el trono de los indicadores al PIB, y refuerza la idea del crecimiento como desarrollo. Es cierto que la medida no es neoliberal, pero es también un regreso a las ideas que en 1950 y 1960 defendía la economía convencional y los mitos del desarrollo del norte. Hay pocos conceptos tan íntimamente ligados a la esencial del capitalismo contemporáneo como PIB, y sorprende que ahora se lo rescate desde el sur. Y más sorprende que esto parta del progresismo.
Cuando se señalan estas contradicciones, no es raro que los defensores de esas medidas esquivan la argumentación y pasan a denunciar que son análisis conservadores. O peor aún, agitan las manos diciendo que esto pone en peligro el cobro sea de aguinaldo o bonos, o que se entorpece la lucha contra la pobreza.
Es evidente que esas reacciones no ofrecen argumentos sólidos, sino que tienen sobre todo fines publicitarios. Al menos en mi caso, me gusta mucho la idea de distribuir el dinero primero entre los trabajadores antes que dejarlo en unos pocos bolsillos. Pero también entiendo que una izquierda renovada  debe apelar a medidas económicas que ataquen el fondo de la justicia, y no seguir encerradas en algo que es demasiado parecido al bono de fin de año con el que las corporaciones premian a sus empleados.
Una izquierda renovada en lugar de reforzar la pareja crecimiento económico – PIB, debería atender otros indicadores que tomen en cuenta las dimensiones sociales y ambientales. Al menos podría apelar al más simple y conocido de ellos, el índice de desarrollo humano (IDH). ¿No tendría más sentido un pago adicional cuando se suba en la escala del desarrollo  humano antes que en la del PBI? Por lo tanto no estoy contra la medida, sino que estoy analizando sus bases conceptuales. Es que una izquierda renovada podría implantar medidas como éstas, pero seguiría otros razonamientos y sensibilidades que sirviera para trascender el capitalismo, en lugar de reforzarlo.
Un Vivir Bien más economizado
Se llega así a la tercera paradoja. El decreto presidencial ata el crecimiento económico y el PIB al Vivir Bien. Esto sólo es posible si se despoja todavía más al Vivir Bien de sus críticas radicales al desarrollo, para generar variedades que sean funcionales al crecimiento económico. Se repite aquí la tendencia reciente de reformatear al Vivir Bien, alejándolo de sus sentidos originales, post-materiales y trascendentes al desarrollismo.
Estas medidas no construyen economías alternativas, sino que hace que se busque con ansiedad crecer todavía más, para poder repetir el premio en años siguientes. El camino más sencillo se profundizar el extractivismo, lo que también está en contra del Vivir Bien por sus impactos sociales y ambientales.
En sentido estricto, festejar el alza PBI es casi una contradicción esencial con el Vivir Bien original, y genera condiciones que lo acotan aún más. Es que tanto en esta paradoja, como en las otras dos señaladas arriba, si bien la medida puede ser progresista, si sus bases conceptuales son conservadoras, a la larga terminan tiñéndolo todo.

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