Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Arturo D.
Villanueva Imaña
La realización del Encuentro Sindical Internacional Antiimperialista que se
efectuó en la ciudad de Cochabamba en los primeros días de este mes de Julio,
nos permite reflexionar acerca de los temas centrales relacionados con todo
proceso de cambio y transformación.
Si coincidiésemos en el criterio de que el proletariado constituye la clase
revolucionaria por excelencia; es decir, un sujeto social protagónico en el
contexto mundial de multicrisis que vivimos actualmente, ya de por sí la
realización de un Encuentro Internacional de ese tipo, donde se abordaron temas
acerca del programa político, los postulados y las tareas que la clase obrera
mundial se plantea actualmente en el mundo globalizado de hoy; ciertamente
debería constituir un tema de primerísima importancia y enorme valor político e
informativo. Mucho más si se toma en cuenta la ansiosa necesidad mundial por
encontrar salidas y respuestas al conjunto de problemas y crisis (climática,
ambiental, alimentaria, económica, social, etc.) que, además, han puesto en
jaque al paradigma civilizatorio predominante y el propio sistema capitalista
imperante. Para conocer ello y debatir su pertinencia, viabilidad y lucidez,
habrá que remitirse a los documentos oficiales aprobados que pueden encontrase
en: http://alainet.org/active/75086
En ese contexto, el caso boliviano no es un asunto menor, porque muy al
margen de que el país se enrumba hacia otro periodo de elecciones nacionales
donde se disputará un nuevo periodo gubernamental, lo que en verdad cuenta (o
al menos debería serlo en vista del proceso de transformaciones iniciado a
inicios del nuevo siglo), es el tipo de sociedad y el modelo de Estado que se
propone desarrollar de cara a los desafíos que plantea la historia. Es decir, y
muy en contrario del criterio de que se trate de una coyuntura más, donde lo
que se produce es la renovación o ratificación de nuevas caras y personajes que
sólo se preocuparán por perfeccionar y/o resolver algunos problemas de gestión
y gobernabilidad, y que en realidad solo se limitarán a garantizar la
continuidad del sistema y la institucionalidad vigente; lo que en verdad se
juega, es la oportunidad para profundizar el proceso de transformaciones y
construir una nueva alternativa al sistema decrépito y decadente que se
encuentra en crisis.
Muy al contrario de preocupaciones electorales que concitan la atención
ciudadana, o sobre la forma de cómo se conformará el próximo gobierno, lo que
realmente quisiera llamar la atención es que convencidos del periodo de bonanza
económica (siempre pasajera), o la sensación de estabilidad y hasta bienestar
que han alcanzado algunos sectores que se han desplazado hacia las clases
medias y las nuevas élites adineradas, nos dejemos llevar y caigamos en el
error de conformarnos y olvidar las tareas estratégicas y la construcción de un
Proyecto nacional alternativo, tal como el pueblo había establecido en el
mandato constitucional.
De partida, llama la atención aquella “fiebre” que se ha apoderado de una
gran mayoría del pueblo y los sectores sociales (incluido el proletariado
nacional), que solo se plantean ganar las elecciones, acceder al gobierno o
simplemente conseguir la fórmula para asegurarse un puesto en las listas de
candidatos. Parecería como si todo el futuro del proceso se hubiese reducido a
la pugna por incorporar candidatos en las listas electorales. Y tal es así que
nada menos que el proletariado minero, histórica y poderosa vanguardia que
encabezó las más importantes coyunturas de revuelta nacional, ahora se reduce a
reclamar una canonjía traducida en una posición senaturial para un departamento
del país. En ningún caso se plantea el asunto de la dirección política del
proceso. Y si no se formula esta situación, entonces es claro que no solo está
dispuesto a ceder su lugar, sino que frente a este vacío, son otros a no
dudarlo (y no precisamente los llamados históricamente a constituirse en
vanguardia), quienes tomarán la dirección del proceso para imponer sus propios
intereses. De hecho ya lo están haciendo y por eso se explica el viraje que ha
tomado el proceso.
Esta inquietante situación también se refleja en la decisión de la COB y la
FSTMB, de apoyar una candidatura y respaldar un proceso (mejor sería decir
gobierno) que abandonó las tareas de transformación, siendo que debería
dirigirlo y no limitarse a la disputa por cualquier lugar en las listas de
candidaturas. Y cuánto mayor es el infortunio, cuando ni siquiera por un acto
de respeto y consecuencia a su propia trayectoria histórica y revolucionaria,
decida actuar de ésta manera.
En cuanto al programa, no hay algo mejor que decir, habida cuenta de los
programas de gobierno que ya se han conocido. Peor aún si se tuviesen que
contar aquellas propuestas que corresponden a la oposición, porque en el mejor
de los casos solo buscan mejorar la gestión gubernamental o encarar de mejor
manera algunos problemas acuciantes de la ciudadanía.
Tomando en cuenta el ideario y los objetivos que se habían planteado para
encarar el proceso, habida cuenta del tiempo transcurrido desde su inicio y,
sobre todo, conociendo la orientación que ha adoptado en los últimos años; la
pregunta no debería ser cuál es la mejor candidatura, o si vale la pena dar
continuidad a la actual gestión gubernamental. Sucede que para cumplir el
mandato constitucional y las tareas que han quedado abandonadas, lo que
deberíamos preguntarnos es: reforma o transformación. Es decir, si queremos
continuar mejorando a costa de consolidar el modelo y el sistema capitalista,
neoliberal y extractivista que ya habíamos decidido dejar atrás, o si lo que
verdaderamente cuenta es construir aquel país diferente, con un proyecto
nacional alternativo al modelo predominante.
Al respecto, todos los programas gubernamentales propuestos como plataforma
para las próximas elecciones nacionales (incluido el oficial que debería marcar
la diferencia), ya parecen haber respondido con un rotundo no; como queriendo
subrayar y resaltar aquella idea tan brillante de la paradoja señorial, por la
cual y aun a pesar de contar con todas las condiciones de posibilidad,
finalmente decide reproducir y copiar precisamente aquello que se aborrece y
desprecia, aun cuando sea la causa y origen de su propio sometimiento y
explotación.
En cuanto a la correlación de fuerzas y sabiendo que la derecha y los
sectores conservadores no tienen la capacidad, el liderazgo ni las ideas (mucho
menos el peso específico), para nada que no sea su propia vergüenza; solo queda
observar aquella que se debate en el seno de los sectores y movimientos
sociales.
En este campo, solo son útiles y valiosos aquellos sectores
poblacionalmente mayoritarios y electoralmente masivos. Nótese la transmutación
de quién manda y quién obedece, o si verdaderamente se cumple aquel principio
de “gobernar obedeciendo”. El asunto de la dirección política y la definición
de una vanguardia, no constituye ninguna preocupación o pertenece a enfoques
supuestamente trasnochados, porque sencillamente han predominado los intereses
sectarios, electorales e inmediatistas. Entonces claramente se advierte la
sobreposición de aquellas mayorías electoralmente útiles, al mismo tiempo de
producirse el desplazamiento y anulación de diversos y valiosos sectores (como
las clases y sectores medios, o los colectivos numéricamente reducidos pero
política y socialmente muy influyentes, por ejemplo), que no teniendo una forma
colectiva de representación y acción, solo hacen evidente su voz a la hora de
producirse acontecimientos o movilizaciones sociales donde confluye el pueblo.
Vista y manejada así la correlación de fuerzas, entonces no deber resultar
nada extraño que se reproduzca y perpetúe aquel caudillismo colonial que se
impone sobre la base de la prebenda, los padrinazgos, el tráfico de
influencias, el reparto de canonjías, etc.. pero que se traducen en una
representación individualista que habla y actúa a nombre de los demás. Al mismo
tiempo y siendo que de todas formas hay intereses en pugna (cuya disputa tiende
a resolverse por la lógica de mayorías y minorías), tampoco es extraño que se
imponga aquella masa mayoritaria, pero generalmente conservadora y
políticamente reaccionaria, que con seguridad tenderá a establecer alianzas con
las élites dominantes tradicionales o emergentes, que constituyen su modelo y
referente. El número y la cantidad sustituyen a la vanguardia y la dirección
política; así como los intereses sectarios, se imponen sobre el Proyecto
Nacional.
En fin, sea porque existe desencanto por la forma como se conduce el
proceso, sea porque no existe ninguna opción electoral mínimamente convincente,
o sea porque no ha cuajado una alianza que pueda hacer un mínimo contrapeso
electoral, o sencillamente porque ni siquiera la conformación de listas de
candidatos se han librado de aquel cuoteo originado en el dedazo y/o el
padrinazgo tan repugnantes del pasado; lo cierto es que se percibe descontento
y desorientación ciudadana, frente a lo que debería decidirse en Octubre.
Sin embargo, un pueblo y un gobierno que se conforman con lo alcanzado y no
se les ocurre mejor idea que repetir más de lo mismo, está condenado a la
mediocridad y la traición de sus propios ideales y objetivos.
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