Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Traducido: por Beatriz Morales Bastos
Con el aumento de los rendimientos agrícolas
nuestros alimentos se han convertido en cáscaras vacías … de nutrientes.
¿Cuántos melocotones, naranjas, brócolis hay que comer para recuperar los
beneficios de hacer medio siglo?
Dar un buen mordisco a un melocotón y tragar… agua azucarada. Comer cada
vez más para alimentarse cada vez menos. Mientras que en los países
desarrollados aumenta nuestro aporte en calorías, la mayoría de alimentos
no transformados que comemos (fruta, verdura y cereales) se convierten en
cáscaras vacías desde el punto de vista nutritivo. Una decena de estudios de
universidades canadienses, estadounidenses y británicas publicados entre 1997 y
hoy demuestran una fuerte disminución de la concentración de nutrientes en
nuestros alimentos. Estos trabajos resumidos en el estudio «Still no free lunch» de Brian Halweil,
investigador del Instituto Worldwatch Institute confirman el auge de la «caloría
vacía»: grasa, azúcar, pero inútil para la salud. Incluso en el caso de los
alimentos que se consideran sanos las vitaminas A y C, las proteínas, el
fósforo, el calcio, el hierro y otros minerales u oligoelementos se han
dividido por dos, por veinticinco e incluso por cien en medio siglo. ¡Para
volver a encontrar la calidad nutricional de una fruta o verdura de la década
de 1950 hoy habría que comerse media caja de esa fruta o verdura!
Vitamina C: una manzana ayer = 100 manzanas hoy
Antaño, cuando nuestros abuelos comían una manzana transparente de Croncel, comían 400
miligramos de vitamina C, indispensable para la fabricación y reparación de la
piel y los huesos. Hoy los supermercados nos propone cajas de manzanas Golden
estandarizadas que solo nos aportan 4 miligramos de vitamina C cada una, esto
es, cien veces menos. «Después de décadas de crecimiento la industria
agroalimentaria ha seleccionado las verduras con mejor aspecto y las más resistentes,
pero rara vez las más ricas en el aspecto nutritivo», se lamenta Philippe
Desbrosses, doctor en Ciencias Medioambientales de la Universidad París-VII y
militante de la preservación de las semillas antiguas.
Vitamina A: una naranja ayer = 21 naranjas hoy
La vitamina A, que es preciosa para nuestra vista y nuestras defensas
inmunitarias, está en caída libre en 17 de las 25 frutas y verduras examinadas
por unos investigadores canadienses en un estudio sintetizado por CTV News. La decadencia es total en el caso
de la patata y la cebolla que hoy ya no contienen ni el menor gramo. Hace medio
siglo una sola naranja cubría casi la totalidad de nuestras necesidades
cotidianas (el famoso aporte diario recomendado) de vitamina A. Hoy habría que
comer 21 para ingurgitar la misma cantidad de la preciosa vitamina. Del mismo
modo, un melocotón de la década de 1950 equivale hoy a 26 melocotones.
Hierro: la carne contiene dos veces menos
En el inicio de la cadena está el cereal. El trigo, el maíz y la soja son hoy más pobres en zinc, cobre y hierro que hace
cincuenta años. Empobrecidos por décadas de agricultura intensiva y de
selecciones de variedades, estos cereales reaparecen en los comederos de
nuestros animales que, a su vez, están peor nutridos que sus antepasados. Al
final de la cadena el animal convertido en filete aportará menos
micronutrientes en nuestros platos. Este es el efecto dominó identificado por
el investigador estadounidense David Thomas. En su estudio [1] publicado en la
revista Nutrition et Health, constata que un mismo trozo de carne del
mismo peso aporta dos veces menos hierro que hace medio siglo. Otro daño
colateral: la leche «ha perdido esos ácidos grasos esenciales», deplora
Philippe Desbrosses. Estos ácidos son esenciales para nuestras membranas
celulares, nuestro sistema nervioso y nuestro cerebro. Como de forma natural
están presentes en muy pequeñas cantidades en nuestro organismo, nos los debe
aportar nuestra alimentación.
Calcio: cuatro veces menos en el brócoli
Malas noticias: si el brócoli figura en la lista de las verduras que usted solo
puede tragar pensando en su salud, no se han terminado las caras de asco.
Mientras que en 1950 esta col venida del sur de Italia contenía 12,9 miligramos
de calcio (aliado de la construcción ósea y de la coagulación de la sangre) por
gramo, en 2003 solo contenía 4,4 según un estudio de la universidad de Texas, esto es, cuatro veces
menos. Si usted contaba con él para compensar la falta de hierro del filete,
también eso falla. Necesitaría echar seis veces más a la sopa para obtener los
mismos beneficios que antes. De las 25 verduras estudiadas por el equipo de
investigación canadiense, un 80% han visto disminuir su cantidad de calcio y de
hierro.
¿Es lo biológico una solución?
Las causas de este declive son múltiples. Los suelos más pobres, la verdura se
cosecha demasiado pronto, unos tratamientos de conservación más frecuentes, un
crecimiento más rápido dopado por los abonos y una reducción de la cantidad de
variedades seleccionadas por su resistencia a los parásitos y su rapidez de
crecimiento, todos ellos son elementos imputables a la búsqueda de un mejor
rendimiento. Resultado, «en el caso del maíz, el trigo y la soja, cuanto más
importante es el rendimiento, más débil es el contenido de proteínas»,
señala Brian Halweil en su estudio. Lo mismo ocurre con las concentraciones de
vitamina C, de antioxidantes y de betacaroteno en el tomate: cuanto más aumenta
el rendimiento, más disminuye la concentración de nutrientes.
Por el contrario, «la agricultura biológica puede contribuir a invertir la
tendencia», indica Brian Halweil en su estudio. De hecho, en condiciones
climáticas equivalentes «los alimentos bio contienen significativamente más
vitamina C, hierro, magnesio y fósforo que los demás». Sin embargo, el
investigador advierte: «Si los agricultores bio desarrollan un sistema rico
en factores de producción con unos rendimientos comparables a las explotaciones
convencionales, lo bio verá disminuir su ventaja nutricional». Del mismo
modo, si se recogen los productos bio antes de que estén maduros, al final son
menos ricos en nutrientes que los productos maduros de la agricultura
tradicional. La única estrategia para devolver la vida a su plato: elegir
alimentos maduros, producidos de manera no intensiva y a partir de la caza de
las variedades olvidadas. Una epopeya.
Nota:
Terraeco.net
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