Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Alfredo Rada Vélez
Hace tres semanas se realizó en la localidad de San
Cristóbal (Potosí) un nuevo congreso de la Federación Sindical de Trabajadores
Mineros de Bolivia (FSTMB), organización que por su larga historia (fue fundada
en 1944) es la columna vertebral de la Central Obrera Boliviana. Luego de
intensos cinco días, el evento concluyó con la aprobación de una tesis política
titulada: “Frente a la conspiración reaccionaria, los mineros en la lucha
revolucionaria” que fue presentada por el sindicato de Colquiri, una empresa
minera nacionalizada ubicada al sur del departamento de La Paz. De esa misma
mina salió el nuevo secretario ejecutivo de la Federación, Orlando Gutiérrez,
joven dirigente que fue también encargado de defender la tesis en los debates
en la Comisión Política y en la plenaria del Congreso.
Esos debates estuvieron marcados por la nueva coyuntura
política internacional abierta en Sudamérica tras el triunfo del empresario
Mauricio Macri en las elecciones de Argentina, y la irrupción de la derecha en
las legislativas en Venezuela, en un contexto de agravamiento de la crisis
global del capitalismo que se expresa en la caída de los precios
internacionales, fundamentalmente del petróleo, y en la especulación
financiera. Particularmente impactantes fueron las noticias que llegaron desde
Argentina, no solo a través de los medios informativos sino por boca de
familiares bolivianos que viven allá, sobre las medidas tomadas por el
macrismo.
Repasemos. La eliminación de los subsidios a la energía
doméstica, bajo el viejo argumento del “sinceramiento tarifario”, ha
incrementado los montos que las familias destinan para el consumo de
electricidad y gas domiciliario; la subida de las tasas de interés bancario del
28% al 38% anual significa para esas mismas familias el encarecimiento del pago
de sus deudas con las entidades financieras; la devaluación de un 30% del peso
argentino —que pasó en un solo día con el levantamiento de las restricciones
cambiarias, de 9,8 a 14 pesos argentinos por dólar— es un impuesto indirecto a
la economía de los sectores populares en favor de los grandes exportadores; la
inflación de precios de alimentos y medicamentos, como resultado de las medidas
anotadas, es algo que el pueblo siente en sus bolsillos, así el nuevo Gobierno
haya declarado “emergencia estadística” que impide al Instituto Nacional de
Estadística y Censos (Indec) proporcionar cifras sobre la inflación real.
El ajuste aprobado por el presidente Macri inevitablemente
va a generar precarización laboral afectando a los trabajadores, lo que explica
que sea también perjudicada la numerosa comunidad boliviana en el vecino país,
considerando que en su gran mayoría son empleados en el sector productivo, de
comercio y servicios.
Ya no es teoría, ya no es una hipotética amenaza; es el
neoliberalismo en acción como retrató en 1986 el maestro economista Pablo Ramos
cuando se refería en el caso boliviano al decreto 21060, parecido en su lógica
interna a lo que ahora se aplica desde la Casa Rosada. Y esto es muy importante
decirlo, porque en nuestro país hay cronistas que por desinformados o
manipuladores buscan convencer que ya no hay diferencias entre la izquierda y
la derecha, que no es cierto que en Latinoamérica se esté tratando de restaurar
el neoliberalismo, que no hay motivo para preocuparse porque hasta la derecha
tiene un rostro social… ¿qué dirán ahora de lo que pasa en Argentina?
Esto de borrar diferencias entre proyectos políticos y
modelos económicos no es solo una enfermedad de intelectuales acomodaticios,
aqueja también a la ultraizquierda en el mundo sindical. Esta corriente, que no
distingue entre el actual Gobierno y los anteriores, en el congreso minero al
que me refería comenzando esta nota, propuso recuperar la “independencia de
clase frente al nacionalismo burgués de Evo Morales”. Fue derrotada por la
mayoría de los congresistas, que aprobaron una tesis política con el siguiente
lineamiento: “Vivimos una coyuntura en la que se encuentra la disyuntiva en la
que los trabajadores debemos tomar partido. O por el imperio, expresado en los
sectores conservadores del país (política de crisis) o estar con la
profundización del proceso (política de estabilidad). Por eso se justifica hoy
la unidad con el Estado porque el enemigo es uno: el imperialismo
estadounidense. Este proceso no es de un grupo de personas; es de los
trabajadores”.
Así de claro, con la prosa sencilla y directa de los
proletarios, se ratificó el reencuentro entre los trabajadores y el Gobierno
para profundizar el proceso de cambio. La Tesis de Colquiri tendrá incidencia
decisiva en el XVI Congreso de la Central Obrera Boliviana —próximo a
inaugurarse dentro de una semana en la ciudad de Tupiza— si a la posición
orgánica de los mineros se suman los petroleros, constructores, fabriles,
artesanos y campesinos.
En el caso boliviano, el entronque de la lucha de la clase
obrera contra la explotación capitalista con la resistencia de las naciones
originarias a la opresión colonialista puede terminar fortaleciendo las
tendencias antiimperialistas, comunitaristas y socialistas al mismo tiempo que
se profundiza la democracia. Se trata de una nueva estrategia que nace de una
visión —que es marxista sí, pero también indianista— que comienza a cuajar al
interior de los trabajadores cuando éstos retoman conceptos como el Sumaq
Qamaña (Vivir Bien), el respeto a la Pachamama (Madre Tierra) o el mismo
Socialismo Comunitario, mencionados por primera vez en una tesis sindical
minera.
En el congreso de la COB continuará el debate y de allí
puede surgir la propuesta programática para la profundización del proceso, vale
decir, el conjunto de medidas que los trabajadores plantean al Gobierno
(recalco, un gobierno de los movimientos sociales) en cuanto se refiere a
nuevas nacionalizaciones de sectores estratégicos de la economía, a los
proyectos de industrialización y generación de empleo, al avance de los
derechos laborales, a la soberanía alimentaria, a la revolución agraria, a las
políticas de salud, educación, vivienda popular y medio ambiente. No se trata
de que la COB asuma actitudes seguidistas; se trata de que tenga un
posicionamiento revolucionario y consecuente, que a tiempo de defender lo hasta
aquí avanzado frente a los ataques internos y externos, también sea crítica con
las tendencias no revolucionarias al interior del proceso, esas que disimulan
su moderación llamándola “progresismo”.
Se trata en lo coyuntural de apuntalar la campaña por el Sí
en el próximo referéndum, cuya convocatoria promovió la COB y la Coordinadora
Nacional por el Cambio (Conalcam). Asumiendo la estabilidad como continuidad
del proceso de cambio para la profundización de las transformaciones, y
advirtiendo que hay el riesgo de que la derecha neoliberal intente frenar el
proceso de cambio, abriendo así un escenario de confrontación política que
lleve a la crisis económica. La disyuntiva está planteada: estabilidad o
crisis. Y se definirá el 21 de febrero.
y Twitter: @escuelanfp
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