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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás

"La democracia tiene que triunfar"


Por: Dilma Rousseff
Me dirijo a la población brasileña y a las señoras senadoras y a los señores senadores para manifestar una vez más mi compromiso con la democracia y con las medidas que sean necesarias para superar este impasse político que tantos perjuicios está causando al país.
Mi vuelta a la Presidencia, por decisión del Senado federal, significaría la reafirmación del Estado de democrático de derecho y contribuirá decisivamente al surgimiento de una nueva y prometedora realidad política.
Mi responsabilidad es grande. En el camino que llevo andado para defenderme del impeachment me aproximé más al pueblo, tuve la ocasión de escuchar su agradecimiento y de recibir su cariño. Escuché también duras críticas hacia mi gobierno, a errores cometidos y a medidas de políticas que no fueron adoptadas. Recibo esas críticas con humildad y determinación para que podamos construir un nuevo camino.
Necesitamos fortalecer la democracia en nuestro país y, para eso, es necesario que el Senado cierre definitivamente el proceso de impeachment en marcha, reconociendo, ante las pruebas irrefutables, que no cometí ningún delito, que soy inocente.
En el presidencialismo previsto en nuestra Constitución, no es suficiente la desconfianza política para destituir a un Presidente. Se tiene que probar un delito. Y es evidente que no hubo tal delito. No es legítimo, como quieren mis acusadores, separar al jefe de Estado y de gobierno por el “conjunto de la obra”.
Quien separa al Presidente por el “conjunto de la obra” es el pueblo, sólo el pueblo, en las elecciones. Por esa razón, afirmamos que, si se confirma el impeachment sin delito, estaríamos ante un golpe de Estado. El colegio electoral de 110 millones de electores estaría siendo substituido, sin la debida base constitucional, por un colegio electoral de 81 senadores. Sería un inequívoco golpe seguido de elección indirecta.
Al contrario, entiendo que la solución para las crisis política y económica a las que nos enfrentamos pasa por un voto popular en elecciones directas. La democracia es el único camino para la construcción de un Pacto por la Unidad Nacional, el Desarrollo y la Justicia Social. Es el único camino para salir de la crisis.
Por eso, la importancia de asumir un claro compromiso con el Plebiscito y la Reforma Política. Todos sabemos que estamos en un momento de impasse generado por el agotamiento del sistema político, ya sea por el excesivo número de partidos o por las prácticas políticas cuestionables, que está exigiendo una profunda transformación de las reglas vigentes.
Estoy convencida de la necesidad y daré mi apoyo incondicional a la celebración de un Plebiscito, cuyo objetivo será consultar a la población sobre la convocatoria anticipada de elecciones y, también, sobre la reforma política y electoral. Debemos concentrar nuestros esfuerzos en la realización de una amplia y profunda reforma política, estableciendo un nuevo cuadro institucional que supere la fragmentación de partidos, moralice la financiación de las campaña electorales, fortalezca la fidelidad partidaria y de más poder a los electores.
La restauración plena de la democracia requiere que la población decida cuál es el mejor camino para ampliar la gobernabilidad y perfeccionar el sistema político electoral brasileño. Debemos construir, por lo tanto, un amplio Pacto Nacional, basado en elecciones libres y directas, que agrupe a todos los ciudadanos y ciudadanas brasileños.
Un Pacto que fortalezca los valores del Estado Democrático de Derecho, la soberanía nacional, el desarrollo económico y las conquistas sociales. Ese Pacto por la Unidad Nacional, el Desarrollo y la Justicia Social permitirá la pacificación del país.
El apaciguamiento de los espíritus y de las pasiones debe sobreponerse a cualquier sentimiento de desunión. La transición hacia ese nuevo momento democrático exige que se abra un amplio diálogo entre todas las fuerzas vivas de la Nación brasileña con el claro convencimiento de que lo que nos une es Brasil.
Diálogo con el Congreso Nacional para que, conjunta y responsablemente, busquemos las mejores soluciones para los problemas a los que se enfrenta el país, Diálogo con la sociedad y los movimientos sociales, para que las demandas de nuestra población sean plenamente satisfechas por políticas consistentes y eficaces.
Las fuerzas productivas, empresarios y trabajadores, deben participar de forma activa en la construcción de propuestas para la recuperación del crecimiento y para la mejora competitiva de nuestra economía.
Reafirmo mi compromiso con el pleno cumplimiento de la Constitución ciudadana de 1988, principalmente con los derechos y garantías individuales y colectivos que reconoce. Nuestro lema seguirá siendo: “ningún recorte de los derechos”.
Las políticas sociales que transformaron la vida de nuestra población, garantizando oportunidades a todas las personas y promoviendo la igualdad y la diversidad, tendrán que ser mantenidas y renovadas. La riqueza y la fuerza de nuestra cultura tienen que ser puestas en valor como elementos fundadores de nuestra nacionalidad.
Crear más y mejores empleos, fortalecer la salud pública, ampliar el acceso y mejorar la calidad educativa, asegurar el derecho a la vivienda y extender la movilidad urbana, son inversiones prioritarias para Brasil. Todas las variables de la economía y los instrumentos de la política necesitan ser reconducidos para que el país vuelva a crecer y a generar empleo.
Eso es necesario porque, desde el inicio de mi segundo mandato, las medidas, acciones y reformas necesarias para que el país necesitaba para hacer frente a la grave crisis económica, fueron bloqueadas y se impusieron las llamadas ‘pautas-bomba’, a la sombra de la irresponsable lógica del “cuanto peor, mejor”.
Se realizó un esfuerzo obsesivo para desgastar al gobierno, importando poco los resultados dañinos que causaba a la población. Podemos superar ese momento y, juntos, buscar el crecimiento económico y la estabilidad, el fortalecimiento de la soberanía nacional y de la defensa del presal y de nuestras riquezas naturales y minerales.
Es fundamental la continuidad en la lucha contra la corrupción. Este es un compromiso innegociable. No aceptaremos cualquier pacto a favor de la impunidad de quienes, después del ejercicio de legítima defensa, se compruebe que han realizado prácticas ilegales o actos ímprobos.
Pueblo brasileño, senadoras y senadores,
Brasil vive uno de los momentos más dramáticos de la historia. Un momento que requiere coraje y claridad de miras de todos nosotros. Un momento que no tolera omisiones, engaños o falta de compromiso con el país.
No debemos permitir que una eventual ruptura del orden democrático basada en el impeachment sin delito debilite nuestra democracia, sacrificando los derechos garantizados en la Constitución de 1988. Unamos nuestras fuerzas y propósitos en la defensa de la democracia, el lado correcto de la Historia.
Tengo el orgullo de ser la primera mujer electa presidenta de Brasil. Me siento orgullosa de poder decir que, en estos años, ejercí mi mandato de forma digna y honesta. Honré los votos que recibí. En nombre de esos votos y en nombre de todo el pueblo de Brasil, lucharé con todos los instrumentos legales de que dispongo para garantizar la democracia en Brasil. En este momento ya todo el mundo sabe que no cometí ningún delito, que no hay fundamento jurídico para el impeachment, pues no hay delito.
Las actuaciones que realicé fueron actuaciones legales, actuaciones de gobierno, actuaciones necesarias. Actos idénticos fueron cometidos por los presidentes que me precedieron. No era un delito en su momento y no lo es ahora.
Jamás se encontrará en mi vida ningún acto deshonroso, de cobardía o traición. Al contrario de quienes iniciaron este proceso injusto e ilegal, no tengo cuentas secretas en el exterior, nunca desvié un único céntimo del erario público para mi enriquecimiento personal o de terceros y nunca recibí sobornos de nadie.
Este proceso de impeachment es débil, jurídicamente inconsistente; es un proceso injusto desencadenado contra una persona honesta e inocente.
Lo único que pido a sus señorías, senadoras y senadores, es que no cometan la injusticia de condenarme por un delito que no cometí. No hay justicia más demoledora que la que condena a un inocente. La vida me enseño el sentido más profundo de la esperanza. Resistí a la cárcel y a la tortura. Me gustaría no tener que resistir ni al fraude ni a la más infame injusticia. Mi esperanza existe porque es también la esperanza democrática del pueblo brasileño, que me eligió en dos ocasiones Presidenta.

Quien debe decidir el futuro del país es nuestro pueblo. La democracia tiene que triunfar.   

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