Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Debido
a que los archivos de las Fuerzas Armadas permanecen todavía cerrados y solo
fueron parcialmente abiertos para investigadores militares, es difícil precisar
con mayor detalle la manera cómo la institución castrense llevó adelante la
lucha antiguerrillera en 1967 y en 1970. Hay muchas interrogantes aún sin una
respuesta cabal. Por ejemplo, ¿qué rol cumplieron las dictaduras militares
vecinas de Brasil, Argentina y Paraguay en el precoz aplastamiento de la
guerrilla? ¿Cuánto pesó realmente el apoyo estadounidense en materia de
inteligencia, entrenamiento y pertrechos? ¿Quién o quiénes dieron las órdenes
de “aniquilar” (asesinar) prisioneros?, ¿quiénes y cuándo ejecutaron dichas
órdenes? ¿Qué tan sólida era la cohesión de la estructura militar?
El tema
viene a cuento al conocer una versión que sería importante verificar, confirmar
o desmentir, a través de una minuciosa investigación. La publicación titula La
rebelión de los sargentos, está suscrita por Luis Mendizábal Caballero y figura
como Anexo en el libro Alas al viento: memorias de un suboficial de la FAB, de
Ricardo Aneyba Torrico (Cochabamba, 2014).
Dice
Mendizábal que el segundo curso de la Escuela Técnica Naval de Loma Suárez, en
el Beni, “protagonizó un hecho que pasó desapercibido para los servicios de
inteligencia militares de entonces”. Eran tan pésimas las condiciones de
vivienda y estudio que los alumnos tuvieron que elegir entre la deserción
colectiva o el motín. Se decidieron por la segunda opción y marcharon a la
ciudad de Trinidad el 19 de julio de 1967. En tres días de amotinamiento
llegaron a pensar que serían todos dados de baja sin contemplaciones. Ante esa
perspectiva, un buen número de ellos estaba dispuesto a incorporarse a las
guerrillas comandadas por el Che o abrir un nuevo frente guerrillero en los
llanos orientales. “Habíamos jurado no retornar a casa en calidad de dados de
baja, peor de desertores”, afirma.
Para
llevar a cabo tan temeraria determinación, resolvieron contactar con Hernán
Melgar Justiniano, entonces el más conocido dirigente local del Partido
Comunista en el Beni. El propio Mendizábal junto a su compañero de curso, el
tarijeño Wálter Corrales Tejerina, habrían sido los encargados de cumplir la
misión. Melgar les respondió que no estaba autorizado a dar ese tipo de
información, “prometiéndonos, a manera de salir del paso, que oportunamente él
establecería contacto con nosotros (...) El esperado contacto jamás se
produjo”, dice Mendizábal.
La
versión adquiere cierto grado de verosimilitud ante la afirmación del autor de
que esa acción fue un antecedente que dio origen a un movimiento de
suboficiales y clases de las Fuerzas Armadas que en julio de 1971 dio a conocer
un extenso manifiesto como Vanguardia Militar el Pueblo (VMP), organismo que
realmente existió e incluso tuvo reuniones con dirigentes políticos de la
izquierda de la época. Dicho pronunciamiento ocasionó gran revuelo y en cierta
forma precipitó los planes golpistas contra el gobierno de Juan José Torres,
como lo apunta René Zavaleta en su conocido libro El poder dual.
Medio
siglo después, es hora de desentrañar éstas y otras cuestiones. Para eso se
necesita rebuscar en este caso no solamente en los archivos militares, sino en
todos los repositorios documentales, tanto de instituciones como particulares.
Y todavía más, hay que promover el levantamiento de testimonios de los actores
que todavía estén con vida. Cuesta creer que Hernán Melgar no haya informado a
la dirección del PCB o por lo menos comentado con alguien una cuestión tan
importante que pudo cambiar el curso de los acontecimientos. ¡Menudo trabajo
para los historiadores!
Es
periodista
y Twitter: @escuelanfp
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