Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
La construcción de los Estados nacionales en las colonias y semicolonias es una tarea heroica. La consecución de este objetivo en las naciones que emergieron de sociedades feudales estuvo supeditada a la derrota de terratenientes y castas aristocráticas, casi siempre respaldados en tradiciones eclesiásticas. En los países oprimidos, en cambio, son los centros de poder mundial los que impiden el surgimiento de nuevos estados soberanos. Después de la Segunda Guerra Mundial, las corrientes anticolonialistas adquirieron renovada fuerza. Ya no era fácil justificar la ocupación y saqueo de las regiones periféricas por un puñado de países plutócratas, que exhibían el lujo y el derroche en las metrópolis y que atribuían la desnudez, la miseria, el atraso y el analfabetismo a taras de los sojuzgados. El dominio en las colonias estuvo garantizado por el uso prioritario de la fuerza. En las semicolonias, en cambio, en las que existen atributos formales de independencia: Presidencia de la República, Parlamento, Fuerzas Armadas, himno, escudo y bandera, la necesidad de garantizar la succión de los excedentes económicos obliga a los centros de poder mundial a multiplicar formas de alienación. A manera de ejemplo, los periódicos en las colonias sólo pueden difundir lo que autorizan las autoridades coloniales. En las semicolonias, en cambio, los comunicadores sociales tienen que ser persuadidos (o corrompidos) de las bondades de la dominación extranjera. En ese panorama, son pocas las mentes que consiguen desmontar los discursos ideológicos de los imperios, requisito ineludible para que la semicolonia encuentre su ruta liberadora.
En Bolivia, fue Sergio Almaraz Paz quien explicó con mayor lucidez y coherencia, y la acertada edición de sus obras completas así lo demuestra, las causas de nuestro atraso y sometimiento, generadas por la acción conjunta de clases sociales intermediarias, consorcios internacionales e imperios mundiales. En el otro extremo, están los “condenados de la tierra” (Fanon), para quienes los sufrimientos parecerían ser castigo de los dioses y no resultado de la succión del excedente económico y de movimientos bursátiles digitados por el capital financiero. Las luchas populares no tienen destino en tanto los pueblos no toman conciencia de la dominación foránea. Este es el punto de partida de Almaraz, expuesto en El Poder y la Caída, editorial Los Amigos del Libro, 4tª edición, Oruro-Bolivia, 1980.
“Este trabajo… es una tentativa de definición de la estructura del poder en Bolivia. Mientras no sea examinada esta base de la realidad nacional, la historia y la política quedarán envueltas en una opaca niebla. Una conciencia nacional débil y evasiva, mortecina en sus expresiones, impide a los bolivianos responder ante su propia historia. No están al margen de la historia, pero frecuentemente no hacen la suya. El porvenir boliviano en el sentido de la realización exclusiva y auténtica, está subordinado al descubrimiento del ser nacional… La búsqueda de una nueva conciencia nacional cuya fuerza obstinada sea tan grande como la que alteró el cauce de la historia en María Barzola (*), no depende tan sólo de la investigación del pasado. Hay un presente ante el cual los resultados de la praxis cuentan más que el análisis teórico. La combinación de estos factores, y exclusivamente ella, posibilitará el retorno al cauce ascendente de la historia”.
El análisis de la estructura de poder permite a Sergio identificar las especificidades de la Bolivia semicolonial, las que consisten en la enajenación de sus recursos estratégicos: minería e hidrocarburos. La pérdida del control de los hidrocarburos opera mediante transnacionales. Los oligarcas de la plata eran, al mismo tiempo, gobernantes. Los barones del estaño prefirieron hacerlo a través de testaferros. De ellos decía Sergio que “no están en el poder, pero poseen el poder. Sus hombres pueden caer. Ellos no caen. Son el poder mismo”. En la superestructura, se afianza una oligarquía que se siente dueña del país, pero lo desprecia. Los oligarcas simulan patriotismo, pero son como termitas: “nos comen por dentro, luego nos venden”. Pero la dependencia colonial no sólo enajena los recursos naturales de los pueblos, sino que también les roba la memoria, de ahí la necesidad de reescribir la historia con mirada propia, lo que conlleva refutar la escrita por quienes nos desprecian, como Alcides Arguedas.
Almaraz afirma que si los bolivianos no entendemos la estructura del poder “la realidad nacional, la historia y la política quedarán envueltas en opaca niebla”. El desconocimiento de la estructura del poder impide identificar los intereses económicos que condicionan la conducta de los gobernantes. No resolver esta incógnita ocasiona que tengamos “una conciencia nacional débil y evasiva, mortecina en sus expresiones e incapaz de responder ante la propia historia”. Nos asemeja, añadimos nosotros, a febriles gladiadores que descargan palos de ciego a sombras que pululan en noches tenebrosas, invisibles a nuestros ojos, pero que provocan resultados fatales. Hegel sostiene que los americanos estamos en la prehistoria porque no tenemos autoconciencia, razón por la que nos compara con hormigas y jabalíes. Sergio considera que no estamos al margen de la historia, pero cree que la hacemos sólo en forma ocasional. Veamos el momento en el que, a su juicio, sí hicimos historia:
“Parecía imposible que un día el país encontraría fuerzas para afirmar su existencia. Sin embargo, esas fuerzas se dieron con la nacionalización de las minas. Hasta entonces una existencia de degradación inexorable enseñó a los bolivianos que la historia hace a los hombres; el 31 de octubre, un verdadero milagro les hizo comprender que a veces los hombres pueden hacer su historia”.
La nacionalización de las minas es consecuencia de la Revolución del 9 de abril de 1952, el acontecimiento más importante de la historia boliviana. Es un parte aguas que explica lo que acontece antes y después de ese suceso. Estas sus palabras en el Réquiem para una República (UMSA-1969. La Paz-Bolivia).
“La experiencia boliviana desemboca en el punto más ardiente del debate sobre la revolución en nuestro tiempo. Los bolivianos hicieron la suya y su instrumento fue el MNR. La observación de que hubiera sido posible otro tipo de revolución es pueril, porque la historia no es un escaparate. La revolución fue esa y no otra, sin márgenes de elección. La izquierda tradicional, enfrentada con los hechos, fue incapaz de superar sus insuficiencias; al rechazar la única posibilidad que le brindaba la historia para vencer su propia alienación, perdió el camino” (Los subrayados son de SAP).
Los grandes sucesos previos al 52, prepararon su advenimiento. Hasta entonces, los bolivianos tuvimos “una existencia de degradación inexorable”. La dominación minero-feudal estaba blindada por la inconciencia. Su granítica estructura, heredada de la colonia, pero que adquirió tonalidad modernizante con la minería del estaño, fue debilitada, de manera progresiva, con sangre indígena y proletaria. La dispersión de las protestas aseguraba la continuidad del oprobio. Los asalariados del subsuelo apenas se enteraban de las matanzas campesinas y los campesinos ignoraban las dimensiones de las masacres mineras. La fratricida Guerra del Chaco, al mostrar que los sufrimientos populares estaban concatenados, permitió identificar a los responsables de las tragedias del país.
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