Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Lucía Sauma
Nahomi,
la adolescente de 14 años que pesa siete kilos en lugar de los 30 que debería
marcar la balanza, encendió las alarmas en el país por su bajo peso. Pero ello
se debe a algo más grave, se trata de una niña con parálisis cerebral, es
decir, de alguien que requiere atención permanente, hasta en sus necesidades
más elementales como masticar y pasar los alimentos o moverse de la posición
fetal en la que permanece (no puede hacerlo por sí misma). Estos cuidados son
permanentes las 24 horas del día, los 365 días del año.
Ni los
padres, ni los hermanos, ni los abuelos de Nahomi están preparados para
enfrentar tareas tan complejas. En primer lugar, se requiere de un gran amor
para hacer frente a la rutina diaria que exige tal emprendimiento. Pero no todo
es amor, hace falta un bagaje de conocimientos, capacitación y asesoramiento
profesionales que efectivice el sentimiento de entrega y cariño. Al amor y al
entrenamiento hace falta sumar los recursos económicos, que no son maná caído
del cielo. Por tanto, quien tiene a su cargo una persona con discapacidad
cerebral congénita debe trabajar para obtener los recursos que le permita
comprar pañales, medicinas y un gran etcétera.
No se
justifica el estado de Nahomi, ni los extremos a los que llegó el abandono que
parece padeció. Pero hay muchísimas Nahomis, niños, adolescentes, adultos o
ancianos que viven ocultos entre las cuatro paredes de pequeñas habitaciones de
adobe, sobre pisos de tierra, en camas improvisadas, donde los cubren con la
única frazada que les pertenece. Ellos padecen gritando o en silencio las
consecuencias de un mal parto que les dejó sin oxígeno por un breve espacio de
tiempo, quitándoles la capacidad de hablar, moverse, oír, pensar y aprender.
Esta discapacidad a menudo ocasiona dificultades en la alimentación, lo que
desemboca en desnutrición.
La
parálisis cerebral es un mal sin cura, pero existe un tratamiento para mejorar
la calidad de vida de quien la padece. Cuando un niño nace con esta
discapacidad, ¿quién informa a los padres sobre los cuidados que requiere su
hijo o hija? ¿Existe alguien que se dedica a entrenar a los cuidadores del
recién nacido? Cuando la familia se va a su casa tiene entre sus brazos un bebé
“tranquilito” y que generalmente no sabe succionar, por lo que los padres piensan
que no tiene hambre, poco a poco descubren que casi no se mueve, y así, sin
información oportuna ni previa capacitación, son arrojados a la sobrevivencia.
Son familias desamparadas por la sociedad que aún creen que es un castigo. A su
vez, el Estado no termina de asumir su responsabilidad y los abandona a su mala
suerte, sin elaborar políticas públicas que acompañen el desarrollo que estas
personas podrían alcanzar.
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