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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás

América Latina y el trabajo informal: un riesgo en alza


Por: Bruno Lazzaro
¿Qué tienen en un común un afilador de cuchillos, un vendedor ambulante y un lustrabotas? Los tres trabajan en la calle, sí. Pero además forman parte del gran batallón de trabajadores informales que existe en toda América Latina.
El empleo no registrado es un eco que resuena en el mundo, sobre todo en la Patria Grande. Ya sea en “La casa de los leones y los perros” -en México-, en el Barrio Chino de Perú o en la peatonal Linares, en La Paz -Bolivia-. Todos forman parte de esta modalidad satelital que no tiene vacaciones, seguridad social, jubilación, ni futuro.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la mitad de los trabajadores latinoamericanos no tienen un empleo formal. Y esto no sólo comprende a aquellos que se la rebuscan por su cuenta sino que también es algo que sucede en las pequeñas (en gran parte), medianas y grandes empresas.
Los números son fuertes. Alrededor de 130 millones de latinoamericanos integran de algún modo un sistema laboral que los deja desprotegidos de paritarias, cantidad de horas diarias de trabajo y otros seguros con lo que cuenta el empleado registrado. Estos números ubican a la región por encima de África subsahariana.
El FORLAC, el programa de la OIT para la formalización de la informalidad, es clave para entender los números del trabajo no registrado en América Latina. Del total de trabajadores informales en la región, el 41% son autónomos, el 28% forma parte de pequeñas empresas de menos de diez empleados, el 10% son asistentes, el 9% trabaja en grandes y medianas empresas -donde hay más de diez personas-, el 5% pertenece a un sistema familiar y el 4% está contratado en forma irregular por el mismo Estado. Algo bastante llamativo pero que, al parecer, no provoca grandes inconvenientes.
Los números son más claros si se los ve en detalle. El 83% de los cuentapropistas, el 78% de los domésticos, el 35% del sector privado y el 59% de los que forman parte de microempresas son trabajadores informales en Latinoamérica.
¿Pero cuáles son los sectores más perjudicados? La construcción, con un 71% de informalidad, está al tope. Le siguen los comercios, restaurantes y hoteles, con el 56%; la explotación de minas, con el 50; y la industria manufacturera con casi un 40%.
¿Quiénes son los principales perjudicados de la informalidad? El 73% de los que menos ingresos tienen trabajan de manera no registrada; mientras que dos de cada tres, entre los que más tienen, conservan un empleo formal. En esta línea vale agregar que seis de cada diez jóvenes están empleados de forma no registrada.
Pese a que en Argentina el empleo registrado no volvió a exponer bajas como sucedió, sobre todo, en la primera etapa del kirchnerismo, el país se encuentra por debajo de la media de trabajo informal en la región, que ronda por el 50%, pero con números más altos a los que sucedieron luego de 2001. Desde hace varios años Guatemala (con 73% de trabajo informal) y Honduras (con 72) están al tope, con más del 70% de sus trabajadores en negro.
¿El resto de la región? Brasil (36%), Panamá (41%), Ecuador (49%), México (53%), Colombia (54%), Paraguay (63%) y Perú (64%). Costa Rica y Uruguay, por el contrario, exhiben los números más bajos de trabajo no registrado, con 30% y 33%, respectivamente.
La OIT destaca que Costa Rica cuenta desde la década del 70 con los convenios de aseguramiento colectivo, por los que los trabajadores independientes agrupados en asociaciones o cooperativas se formalizan.
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“El país de la región central de América organizó ferias laborales para informar de sus derechos a los migrantes, muchos de los cuales se emplean en hogares. Al igual que la mayoría de los países de la región, adoptó subvenciones a desempleados y trabajadores informales con hijos a cambio de que los envíen a la escuela y los controles sanitarios. Estos planes han mejorado la protección social de este tipo de empleados”, aseguran desde la Organización Internacional del Trabajo.
Luego de un período de crecimiento económico de la región, con la reducción de la desocupación como clave, el territorio ahora enfrenta el desafío de detener el crecimiento de la desigualdad. Pese a que la economía informal no puede ser medida, los economistas dedujeron su tamaño en las diferentes regiones basándose en aquellos indicadores más visibles como los impuestos, el desempleo y el cumplimiento de la ley.
Un sistema laboral que limita la productividad y el desarrollo económico de la región, que excluye a los trabajadores de las protecciones sociales y laborales y que parece no tener techo.
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