Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Qué
triste es tener que confrontar la arremetida conservadora en voz de una mujer.
Apena más aún la confusión ideológica de algunas personas que, mezclando a
Cristo y al Che Guevara, se creen portadoras de una renovada visión progresista
“defensora de la vida”. Cuanta confusión y angustia genera el avance de las
mujeres en su lucha frente al poder patriarcal y, claro, las arremetidas
conservadoras en Latinoamérica se visten de oveja.
Estas
ideas me surgen al leer el artículo Libre aborto: falsa autonomía de la mujer
de la Sra. Esther Calderón, publicado por La Razón el 8/02/2018. En su escrito,
la Sra. Calderón afirma que “una mujer verdaderamente autónoma conoce y
administra bien su cuerpo”. Afirma que “el aborto no otorga autonomía a la
mujer, sino más bien profundiza su incapacidad de ejercer autonomía sobre su
cuerpo antes de concebir un bebé”.
La
palestra desde la que habla la Sra. Calderón debe ser un espacio altamente
privilegiado que le ha impedido cruzarse con las miles de mujeres que todos los
días deben enfrentar la dura decisión de someterse a un aborto clandestino; por
ello se permite dudar de las estadísticas oficiales. El Ministerio de Salud
afirma que el 13% de las muertes maternas en Bolivia son producto de un aborto
mal practicado. Y si consideramos que Bolivia mantiene uno de los niveles más
altos de mortalidad materna en la región, legislar sobre el tema no es un
problema moral o de creencias individuales, sino un verdadero problema de salud
pública.
La
Sra. Calderón coincidirá conmigo en que para hablar de una verdadera autonomía,
a las mujeres bolivianas nos queda aún un largo camino. Yo llevo trabajando 20
años de mi vida con mujeres que sufren violencia, y he constatado que las
mujeres todavía no ejercemos autonomía ni de nuestras ideas ni de nuestro
corazón, menos aún en nuestros cuerpos. Para “administrar” bien nuestros
cuerpos, tendríamos primero que acceder a la Justicia y a la protección estatal
que en pleno siglo XXI aún se nos niega. Es muy fácil culpabilizar a las
víctimas de abortos clandestinos acusándolas de una vida “licenciosa”, sin
saber que, según estadísticas oficiales, el 43% de las mujeres declaran haber
sido víctimas de violencia sexual, y dos de cada 10 mujeres han sido violadas
al menos una vez en su vida. En este contexto de violencia generalizada, tan
solo el 7% de las mujeres decide por sí misma cuándo tener relaciones sexuales
(INE, 2016).
Si
estos datos todavía no convencen a la Sra. Calderón sobre las condiciones
estructurales en las que ella pretende que ejerzamos nuestra autonomía, la
invito a leer el excelente estudio Violencias contra las mujeres: entre avances
y resistencias (2016), donde se constata las condiciones subjetivas y los
mandatos sociales bajo los cuales hombres y mujeres desplegamos nuestra
sexualidad. Como resultado de esta sociedad pechoña y de doble moral, la Encuesta
Nacional sobre la situación de las mujeres en Bolivia nos previene que el 77%
de las mujeres no usa métodos anticonceptivos y, por consecuencia, el 42%
declara que no pudo decidir cuántos hijos tener. Si a estos datos agregamos que
una mujer dice tener relaciones sexuales en un 38% por obligación, un 22% por
temor a la violencia y un 17% porque su marido es el que decide, entonces
comprendemos la dimensión del problema del aborto como una de las injusticias
sociales más sentidas en una sociedad machista.
A
pesar de los reparos éticos y religiosos de la Sra. Calderón, cada día los
consultorios clandestinos se llenan de dinero con la desesperación de mujeres
vulnerables dispuestas a perder la vida para poder tener control sobre su
futuro. Mientras nosotras seguimos discutiendo la legitimidad o no del nuevo
Código Penal, cerca de 60.000 abortos se realizan cada año, y producto de ello,
115 mujeres acuden cada día a hospitales del país por complicaciones
relacionadas con abortos mal realizados. ¿Es a esas mujeres que la Sra.
Calderón está dispuesta a perseguir y encarcelar? Creo que ningún sistema de
justicia podría con ese desafío.
Cientista
social.
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