Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
El
papel de barrera que desempeña la artillería en la preparación del ataque de la
infantería será asumido en el futuro por la propaganda revolucionaria. Se trata
de destrozar psicológicamente al enemigo antes de que los ejércitos empiecen a
entrar en acción”, la frase no pertenece a ningún revolucionario sino a Adolfo
Hitler en Mi lucha.
Y
fueron los dos archirrivales del siglo XX (fascistas y marxistas) los que
comenzaron a inventar el concepto de propaganda usado para la política. A ello
se sumaron los grupos intermedios no radicales. En el siglo del viento como lo
llamaría Eduardo Galeano la comunicación creció como nunca antes lo había
hecho. Atrás quedaron los papeles colados en las paredes, los pequeños
panfletos y hasta los periódicos organizadores de la clase obrera y de su
partido.
La
guerra, ese inmenso esfuerzo bélico, físico y económico para las naciones
desarrolló los medios de comunicación. La radio se vio impulsada por la primera
guerra mundial, la televisión surge poco después de la segunda. Y ya se sabe
que la red internet fue producto de los científicos que trabajaban para las
fuerzas armadas norteamericanas ante la posibilidad de que masivos bombardeos
del enemigo pudieran inutilizar su sistema de comunicación, particularmente los
teléfonos. Se quería una red inalámbrica y se la construyó, pero su verdadero
desarrollo se dio en tiempos de paz.
Y
a través de todos esos medios reinó y reina la propaganda política. No solo
destinada a mostrar las virtudes de los programas o candidatos, sino sobre todo
a destruir al oponente, para ponerlo en palabras de Jaime Durán Barba, el
ideólogo de Mauricio Macri: “Hay que llevar al enemigo a la desesperación”. Y
eso es lo que se hizo en la guerra de las redes contra el Gobierno boliviano.
La diferencia es que quien emite los mensajes ya no es una persona escribiendo
las octavillas, una organización política a través del periódico, la radio o la
televisión. No son ni siquiera los periodistas encargados de la construcción de
la opinión pública, sino una curiosa mezcla de ciudadanos empoderados que
pueden lanzar mensajes (y sobre todo reproducir mensajes) junto a una poderosa
maquinaria llamada “la factoría” donde trabajan internautas contratados para,
encubiertos en nombre falsos, difundir cuanta mentira se les ocurra con tal de
llevar al enemigo a esa desesperación y convencer a un público miedoso y
confundido que llega a creer las mentiras.
Luego
viene la parte más dulce de la propaganda: la empaquetadura. Esta maniobra
consiste en convertir a los trolls en la voz ciudadana. Lograr que los
propagandistas de la mentira se conviertan en la expresión de un estado de
ánimo de grupos sociales. De esta manera el particularismo es sustituido por la
generalización: “el pueblo” o “la gente”. O aquello de “Bolivia dijo No” que es
una verdad a medias dado que un poquito más de la mitad dijo No y un poquito
menos de la mitad de los bolivianos dijo Sí.
Todo
esto es parte de la guerra de los imaginarios. No es una construcción de los ciudadanos comunes. No, es una bien
aceitada maquinaria de fabricación de sensibilidades. Es un trabajo de
profesionales en la comunicación y en el marketing político. Esta maquinaria
detectó que la mayoría de los bolivianos rechazan el racismo, la violencia y el
autoritarismo (rasgos característicos de la derecha boliviana) y en cambio
quería la integración nacional, el pacifismo, la ecología. De ahí comenzó a
desarrollarse su estrategia:
-
Dado que los partidos de la derecha no tienen ninguna eficacia electoral había
que crear plataformas ciudadanas, amorfas que buscaran derribar a un enemigo
común: la continuidad del MAS. Había que travestir a los sectores más
conservadores de la clase media y presentarlos como progresistas y hasta
revolucionarios.
-
Para ello había que denunciar al partido de gobierno como dictatorial,
comunista y falto de palabra. Y a la derecha como defensora de una Constitución
por la que nunca votaron.
Vuelvo
a citar a Jaime Durán Barba porque es el principal ideólogo de la neoderecha
latinoamericana: el electorado está compuesto por simios con sueños racionales
que se movilizan emocionalmente. Y hay que darles estas ilusiones. Para eso los
medios tradicionales no sirven del todo, sencillamente porque si exceptuamos
los medios claramente políticos como Página 7, el resto buscará por lo menos
comprobar cierta veracidad de las informaciones. Pero el medio ideal son las
redes sociales. Sobre ellas no hay legislación alguna y se puede mentir a
placer. Puede que hayan absurdos como proponer que Evo traerá a 1 millón de
chinos para que voten en 2019, algo que nadie creerá, pero también medias
verdades como que están prohibidas las manifestaciones.
No
es un caso solamente boliviano. La guerra a través de las nuevas tecnologías de
la comunicación es mundial. Lo increíble es que los sectores de izquierda, los
progresistas asumieran una actitud conservadora frente al fenómeno. Así
perdieron la batalla del Código Penal. Pero claro, la guerra continúa. El
siguiente capítulo podría venir con miles de jóvenes campesinos de raigambre
indígena peleando con las nuevas armas. Porque lo cierto es que la derecha ha
puesto toda la carne en el asador, la Revolución todavía no.
Jaime
Iturri Salmón es periodista, director de Contenidos de ATB
y Twitter: @escuelanfp
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