Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Lucía
Sauma
Más
allá de los cambios tecnológicos que puedan ocurrir en la radio, está el
mantener este medio de comunicación como el mejor vehículo para jugar con la
imaginación, informar de inmediato, apelar a la acción del oyente y servir de
gran compañía hablando al oído en las horas en las que la soledad suele pesar
más. La reflexión surge a propósito del 13 de febrero, Día Mundial de la Radio.
Cuando
apareció la televisión se anunció la muerte de la radio, pero siguió viva. En
el apogeo de las redes sociales, del internet, del cable, la radio sigue
rebosante a la hora de complacer como en los viejos tiempos con un tema
musical, con el plus de que ahora la discoteca está en la computadora y la velocidad
se ha multiplicado por mil. La noticia llega fresca y sin mucha parafernalia, e
incluso puede apelar al celular o a Skype para darle mayor instantaneidad a su
entrega informativa. Es decir que el uso de las nuevas tecnologías, en lugar de
anular a la radio, les sirve para transformarse, rejuvenecer, estar nueva y
viva.
La
radio llega a todos los rincones en todos los idiomas y las voces de las
poblaciones más lejanas y diversas que podamos imaginar. Felizmente en los
pueblitos más pequeños y las comunidades más olvidadas hay un radialista que
sabe comunicarse con la gente; que rescata las tradiciones y leyendas
populares; que convoca a las autoridades locales para que arreglen un puente,
una calle, un sendero. El que alerta sobre la crecida de un río es el mismo que
no se olvida de colocar Las mañanitas en los cumpleaños y el bolero de
caballería cuando muere algún vecino.
Pero
de la buena salud de la radio parece que no se enteraron muchos de los
locutores, productores y operadores de este medio de comunicación en las
grandes ciudades del país, en las que, en la mayoría de los casos, mantienen
programas absolutamente carentes de imaginación; en un medio cuya esencia está
en la posibilidad de introducirse en la cabeza de los oyentes y permitirles con
una décima de segundo trasladarse de un continente a otro, de un siglo a otro,
de jugar sin límites con el tiempo y el espacio. Un recorrido por el dial de
nuestras emisoras es dar pasos en el vacío. Al final, solo la caída libre a la
nada. ¡Qué pena! ¡Qué lástima! ¡Qué desperdicio!
La
radio es un medio de comunicación vigente. Quienes trabajan frente a un
micrófono tienen que estar conscientes de la responsabilidad que implica su
profesión. Su palabra llega a miles de hogares; puede ayudar a cambiar para
bien la conducta de las familias que les escuchan. En la radio son necesarias
las personas que se preparan para hacer un programa, las que leen, investigan,
entrevistan con conocimiento, dominan el lenguaje radiofónico. Ser ignorantes
no es lo mismo que ser espontáneos.
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