Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por:
Carlos Soria Galvarro
Al
leer directamente los textos del Che escritos en los avatares cotidianos de la
guerrilla, se consigue penetrar en el mundo del jefe guerrillero, el hombre que
renunció a todo, incluida a su propia vida, en aras de un continente liberado y
con justicia social.
Desde
el primer día de su llegada a Ñancahuazú, hasta la víspera de su captura, no
hay un solo día en el que el Che no haya dejado escritas de manera metódica sus
impresiones, dificultades, sobresaltos, preocupaciones sobre la alimentación de
su tropa, tragedias como la muerte de Rolando o de Tuma, y también alegrías
como la de recordar los cumpleaños de sus seres queridos. Sus apuntes
cotidianos no fueron escritos para ser publicados, para lanzar mensajes a la
posteridad o para dar forma literaria a sus pensamientos más íntimos. Se trata
de un diario sin segundos fines, como lo destaca Roberto Massari en el prólogo
a la edición italiana de 1996, pero a la manera de Don Quijote, personaje
entrañable para el Che desde su primera juventud. Es un diario de campaña,
militar, operativo, logístico, que se emparenta con diarios célebres de campaña
de tantos guerreros, exploradores y viajeros solitarios de la aventura humana.
Y,
por cierto, es de enorme utilidad para recrear los hechos históricos, como lo
señala Gunnar Mendoza en la introducción al Diario de un combatiente de la
guerra de la Independencia (1815-1825)”. Mendoza fue el “descubridor” de José
Santos Vargas y su monumental diario de las guerrillas de la independencia: “No
es raro que los guerrilleros sirvan consciente o inconscientemente a este
desiderátum de facilitar el conocimiento de su propia experiencia, mediante
registros personales que a veces adoptan la forma de diarios. El caso más
espectacular es el del diario que iba llevando el Che Guevara sobre su
guerrilla en Bolivia”, escribió Mendoza.
Ernesto
Guevara, como revolucionario y pensador, se dedicó a impulsar con lucidez y
perseverancia aquellas ideas y prácticas que permitiesen desarrollar la lucha
por la liberación nacional y social: “De ahí que su obra genuinamente marxista,
vinculada con lo mejor del pensamiento y la praxis revolucionaria mundial, es
sin duda uno de los patrimonios más importantes legado a las actuales
generaciones, sumada a su herencia internacionalista, su ética y por
consiguiente a su enorme compromiso social e histórico, como clave para la
comprensión de su trascendencia y universalidad”.
La
anterior es una afirmación que aparece en la fundamentación de la declaratoria,
en 2013, del Diario del Che en Bolivia como Memoria del Mundo por la Unesco
(Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura). La declaratoria abarca la “Vida y Obra de Ernesto Che Guevara: desde
los manuscritos originales de la adolescencia y la juventud hasta el Diario de
Campaña en Bolivia”. Es decir, el documento que tantos avatares tuvo, ahora es
patrimonio de la humanidad y ya en 2009 el Ministerio de Culturas de Bolivia
hizo una réplica facsimilar impresa, referencia ineludible para todas las
futuras transcripciones, traducciones y ediciones.
Un
documento excepcional. Buena parte de las pertenencias de Ernesto Guevara de la
Serna, el Che, fue distribuida como botín de guerra entre sus captores. Sin
embargo, Gary Prado cuenta que, reunido con el teniente coronel Andrés Selich,
comandante del Batallón de Ingeniería, que fue llamado a colaborar por ser
conocedor de la zona, y el mayor Miguel Ayoroa, comandante del pelotón de
Boinas Verdes, confeccionó un detallado inventario de documentos y materiales
incautados. De éstos, Prado, en su libro La guerrilla inmolada, destaca 10,
entre ellos la carabina destrozada, una pistola, 12 rollos de películas sin
revelar, una bolsa pequeña conteniendo dinero (pesos bolivianos y dólares),
cuyo monto no señala y, encabezando la lista: “Dos libretas (agendas)
conteniendo el diario del Che, correspondientes, una, a noviembre-diciembre/66
y otra, enero-octubre/67”.
En
un primer momento, los militares creen que el Diario del Che tan solo está
compuesto por la agenda alemana, vale decir, las anotaciones que van del 1 de
enero al 7 de octubre de 1967. Pierden de vista el cuaderno anillado donde
están anotados noviembre y diciembre de 1966, además de otros documentos en el
reverso de aquel. Las dos partes del Diario llegan finalmente a custodia de
Federico Arana Serrudo, jefe de Inteligencia del Ejército, después de haber
pasado por varias manos. Primero por las de los oficiales que hicieron el
inventario en La Higuera. El mismo 9 de octubre, cuando todavía el Che estaba
con vida, el agente de la CIA, Félix Rodríguez, sin que nadie se lo impida,
sacó fotografías con un minúsculo equipo especial que portaba, ayudado por un
soldado cuyos dedos aparecen en algunas páginas (¡significa esto que Estados
Unidos y la CIA tenían la primicia!). A continuación, el documento fue
transportado por Joaquín Zenteno Anaya, comandante de la VIII División en su
viaje de retorno en helicóptero de La Higuera a Vallegrande, luego de haber
transmitido la orden de ejecución de los prisioneros. No se sabe si esperó que
la orden se cumpliera antes de partir, pero cuando llegó a la capital
provincial coincidió en el aeródromo con el comandante en jefe, general Alfredo
Ovando Candia, a quien le hizo entrega del documento. A los pocos días pasó a
manos del jefe de Inteligencia, quien dice haberlo guardado en una modesta caja
de zapatos al interior de la caja fuerte de su despacho.
Periodista
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