Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Durante
la época seca, de abril a octubre, el sol quema los pastizales. Entonces, una
colilla de cigarro botada al descuido, una fogata desatendida, cualquier chispa
inocente o malvada provoca un fuego incontrolable y fatal. En Cochabamba hemos
visto con una frecuencia desoladora los incendios, como dragones dormidos,
consumiendo los pinos y eucaliptos que los escolares plantan durante sus
excursiones al Parque Tunari, en las serranías que rodean la ciudad.
Muchos
de los incendios son provocados: chaqueos que se descontrolan, hectáreas en el
parque que se desmontan para cultivar o para lotear. Más abajo, en las faldas
del Tunari, se construyen caminos en las laderas, se explotan lechos por arena
o piedras, se aplanan cerros y se amplían franjas de río para construir y
urbanizar.
Durante
la época de lluvias, de noviembre a marzo, las precipitaciones remojan la
tierra dañada por el fuego. Las raíces de los árboles quemados, débiles y
quebradizas, no resisten y se sueltan. Los cauces, perturbados por las
volquetas, se remozan y las aguas regresan a retomar sus vías naturales. La
tierra, sin vegetación que la contenga, se desprende y arrastra. Los cerros removidos
se caen. El río y la montaña y los árboles se defienden y atacan: los metros
que la fuerza del hombre le ha arrebatado al parque se pierden
irremediablemente.
En
el origen de la terrible tragedia que ha sobrevenido a Tiquipaya (corazón de la
Madre Tierra) está la transgresión contra el Parque Tunari que llevamos
perpetrando desde hace décadas. Una somera búsqueda en internet nos da muchas
respuestas: el algoritmo parea inmediatamente las palabras incendio y Tunari.
Agosto
2017: incendio consume más de 2.000 hectáreas en el parque Tunari. Septiembre
de 2017: 55 incendios en el parque. Octubre 2017: reportan incendio de magnitud
en el parque Tunari. Noviembre de 2017: la ciudad se cubre de humo por incendio
en el Parque Tunari. Diciembre de 2017: se registra un incendio en el Parque
Tunari. Febrero 2018: una enorme mazamorra destruye cientos de viviendas y
provoca cuatro fallecidos y seis desaparecidos. El lodo, las piedras y el agua
que alcanzan hasta cinco metros de altura en algunos lugares provienen del río
Taquiña, que baja hacia Tiquipaya desde el Parque Tunari. Pocas veces veremos
de manera más clara la relación mortal que se puede establecer entre el fuego y
el agua, entre el hombre y la naturaleza, entre la ciudad y la montaña.
La
Cochabamba en la que crecí, hace no tantos años, era una ciudad de maizales y
de conejos; de uvas y duraznos, de estrellas nocturnas; de choclos y techos de
tejas. En la Cochabamba de hace no tantos años se iba a casi todas partes
caminando.
La
Cochabamba de hoy es una ciudad de cemento y asfalto, que hierve en el calor
del verano. Las pocas casas que quedan se ahogan rodeadas de edificios. Ya no
hay árboles de damasco, los jardines se usan como garaje para los miles de
autos que incrementan la contaminación y hacen imposible, o al menos
desagradable, caminar a tu destino.
Hay
una relación directa entre la transformación de la ciudad, los incendios en el
Parque Tunari y la mazamorra en Tiquipaya. Se llama depredación, descuido e
inconsciencia. Y afecta, fatalmente, al corazón de la Madre Tierra.
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