Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Carla
Esposito Guevara
Recientemente
un artículo publicado por el New York Times por Javier Corrales, identifica una
peligrosa tendencia que es la creciente influencia de las iglesias evangélicas pentecostales
en América latina, que están transformando, como ninguna otra fuerza, la
política de la región, dándole nuevas causas conservadoras. Sin duda el giro
hacia la derecha que está sufriendo esta parte del continente guarda mucha
relación con este fenómeno político-religioso.
La teología
de los pastores evangélicos en términos de ideológicos promociona valores muy conservadores,
patriarcales y homofóbicos. Los pilares de su agenda son la oposición al
reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBI, el rechazo a cualquier
iniciativa que permita despenalizar el aborto, la defensa a ultranza de la
familia tradicional y de los valores tradicionales del hombre y la mujer y una política
muy compatible con el neoliberalismo es la “ética protestante” ligada al
trabajador “exitoso”, ahorrador, donde “el éxito material aparece como una
prueba de elección por Dios.
En
términos políticos los grupos evangélicos están revirtiendo la desventaja que tenían
los partidos de derecha en América Latina, que es su falta de arrastre entre
los votantes pertenecientes a los sectores populares, asociando dos cosas antes
separadas, la fe y las opciones políticas.
Para
comprender el rol político de las iglesias evangélicas pentecostales en América
latina solo hay que recordar el nefasto papel que cumplieron durante el referéndum
por la Paz en Colombia, donde trabajaron militantemente, puerta a puerta, en
favor de la victoria del No a la Paz, utilizando argumento de que los acuerdos vulnerarían
los valores de la familia tradicional.
Otro es
el caso de Brasil donde el evangélico Marcelo Crivella, quien no oculta su
homofobia, fue elegido por mayoría absoluta en 2016 como Alcalde de Río de
Janeiro derrotando a Marcelo Freixo, profesor y activista de los derechos
humanos. Si bien Crivella inicialmente apoyó al gobierno del PT, después fue
el líder del juicio parlamentario que expulsó a la presidenta Rusself del
gobierno y hoy apoya el gobierno de Temer. El poder de las iglesias pentecostales
en Brasil es decisivo y no es desconocido el millonario negocio que representa.
Ahora
está sobre la mesa el caso de Costa Rica, donde líder del conservadurismo
religioso, Frabricio Alvarado, podría ser presidente. Con un discurso
homofóbico contra la diversidad sexual y de género, logró captar
el voto de la población más conservadora aprovechando el rechazo que produjo el
dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que validó las uniones
matrimoniales de las parejas del mismo sexo para los Estados miembros del Organismo.
Si logra ganar, su victoria constituiría una derrota al avance de Costa Rica en
materia de derechos humanos, igualdad de género y lucha contra la
discriminación, sobre todo contra las mujeres y la población LGTBI.
En
Bolivia las iglesias evangélicas demostraron su poder político debutando en las
manifestaciones contra el código Penal ya derogado. Movilizaron miles de
feligreses a través de campañas de oración, con el argumento de que éste buscaba
penalizar y criminalizar la evangelización impidiendo a los pastores predicar
en las calles. No es descabellado pensar
que su tarea es dividir el voto duro con el que cuenta Evo Morales entre los
sectores populares. Hoy en día el 22% de la población boliviana es evangélica,
lo que representa un importante caudal de votación.
Al
parecer las iglesias evangélicas pentecostales están logrando lo que no logró
la derecha en América latina: conservadurizar la política. Son una fuerza nada
desdeñable, con gran poder económico organizado en torno a la economía de la
fe, poseen un verdadero imperio mediático con capacidad de movilizar una gran
masa social, cuentan con una enorme capacidad de canalizar el sentimiento de frustración
de la población migrante del campo y de los barrios periféricos sin salidas
económicas dándole un sentido político conservador a su esperanza. Está claro
que su poder es un nuevo elemento que debe ser tomado en cuenta a la hora del
análisis político no vaya a ser que terminen poniendo en riesgo los avances del
Estado secular en América latina.
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