Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Yuri F. Tórrez
Hasta el 21 de febrero de 2016, el contexto discursivo de la política boliviana estaba (casi) ocupado por la predominancia del relato oficialista. En efecto, el “proceso de cambio” fue un discurso que, por la vía de la interpelación, articuló un conjunto de significados de diversos cuños. Era un discurso pleno de resignificantes que a su vez tenían varios anclajes, desde la interpelación a la colonialidad en el tiempo largo, hasta la crítica al neoliberalismo de nueva data; y así sucesivamente. Quizás esa articulación de varios sentidos era el reflejo de la hegemonía política que estaba en curso.
De una multitud movilizada en las calles (vgr. las “guerras” del agua y del gas) devino la construcción de un sujeto político portador de un discurso constituyente. Evidentemente, la construcción de un discurso hegemónico se articuló con otros discursos y, sobre todo, en un momento conflictivo. De allí aquel momento altamente polarizado que se registró en el curso de la Asamblea Constituyente, a fines de la década pasada, le otorgó al relato del “proceso de cambio” una gran capacidad de influencia social. Esa polarización generó las condiciones necesarias para la definición de la identidad socio/política en función del enemigo. Y, sobre todo, aunque suene populista, ese discurso hegemónico se erigió en función al liderazgo político de Evo Morales.
Ese discurso hegemónico se mantuvo casi intacto hasta el referéndum constitucional del 21 de febrero de 2016 (21F). ¿Qué sucedió luego? El veredicto de este evento electoral le negó una nueva postulación presidencial a Evo Morales. Y la persistencia oficialista de forzar un resquicio legal para que quede habilitado a terciar en las próximas elecciones presidenciales abrió las compuertas para un nuevo campo discursivo.
Entonces, como diría Ernesto Laclau, ese campo discursivo se pobló de significantes vacíos o significantes flotantes en disputa. Y en ese espacio de (re)significación discursiva, gracias a la precipitación oficialista por realizar y luego rechazar el resultado del referéndum del 21F, la oposición, que carecía de un referente interpelante para la ciudadanía, halló un discurso que, entre otras cosas, tiene una carga altamente efectiva: la democracia.
Allí, la oposición tejió una cadena de equivalencias (apoyo a los médicos = democracia, por ejemplo) para prolongar la disputa por el sentido político hasta el 21F de mañana; aunque tal apelación en defensa de la democracia carece de un sentido específico. En todo caso, no resulta casual que tanto el oficialismo como la oposición, encubierta detrás del movimiento cívico, estén anunciando sendas concentraciones masivas en varias ciudades bolivianas.
Allí, los espacios públicos, particularmente las calles, se establecerán en escenarios de disputa discursiva; algunos defendiendo una nueva postulación de Evo Morales a la presidencia, a la cual consideran una cuestión decisiva para la continuidad del “proceso de cambio”. Para los opositores, su bandera de lucha es la “defensa de la democracia” que, según ellos, pasa necesariamente por respetar los resultados del 21F. De allí, que el referéndum constitucional haya propiciado una inflexión discursiva y, por lo tanto, hoy existe una batalla por los significantes. Resulta evidente que asistimos al desplazamiento de la hegemonía enunciativa para dar paso a una transición discursiva que probablemente a partir de este 21 de febrero sea una constante en el entramado y complejo campo político boliviano.
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