Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Patricia Montaño
Los primeros días de febrero de 2016, justo antes de Carnaval, el periodista Carlos Valverde anunció que el presidente Evo Morales tenía un hijo, para dos meses después decir que el hijo no existía y escapar. Y con esas acciones, nos dio una de las más importantes lecciones de vocabulario: nos enseñó lo que es la posverdad.
En ese par de meses, tras las primeras declaraciones de Valverde, se desató una tormenta de declaraciones y rumores que se fueron desenvolviendo en una trama telenovelesca. El ataque, además, estuvo acompañado por una enorme campaña de desinformación en las redes sociales. Nos bombardearon con tuits y mensajes de WhatsApp que habían sido elaborados con premeditación, para atacar nuestra confianza.
La posverdad de Valverde tuvo un importante eco no solo en los opositores, sino también en sus medios de comunicación. Por todas partes se produjeron grandes cantidades de información; y en la mayoría de los casos ni siquiera los ojos de los analistas más entrenados pudieron discernir lo verdadero de lo falso. También se supo, aunque tardíamente, que antes de lanzar su mentira Valverde se había reunido con funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Bolivia, lo que confirmó que la campaña de desinformación estaba dirigida desde ese país.
El Gobierno, sorprendido, actuó de manera errática en principio, para luego acudir a la Justicia, que de manera paquidérmica comenzó sus investigaciones, las que esclarecieron la verdad meses después, muy posteriormente al referéndum del 21 de febrero. La mentira provocó que el 21F la población no estuviese en condiciones de emitir un voto sereno, ocasionando que el “No” gane por un mínimo margen, y que los líderes de la oposición se aferren a ese resultado, obtenido mediante uno de los recursos más bajos.
Vimos con asombro, que al manipular las emociones humanas, la posverdad puede destruir desde dignidades hasta gobiernos, y gran parte de lo que consideramos importante en nuestras vidas, nuestras instituciones y hasta nuestras familias. Aunque la derecha ganó la batalla del 21F, no cabe duda de que todo lo acontecido nos hizo reflexionar. No solo ganó el imperialismo, sino que se creó un falso equilibrio entre la mentira y la verdad como si fuesen entidades igualmente importantes.
Dos años después, con el presidente Evo Morales habilitado a postularse nuevamente, el pueblo ha recobrado su capacidad de elegir y de decidir su futuro, y la posverdad ha caído por su peso. Sin embargo, ningún otro acontecimiento como el 21F define con mayor precisión el neologismo “posverdad”, un eufemismo para una de las armas más bajas de la política: la mentira.
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