Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Marcela
Vera
Hasta
hace muy poco tiempo, nadie daba crédito a las probabilidades de que existiera
una toma en la facultad de economía de la Universidad de Chile o que ocurriera
una toma en el Instituto Nacional por estudiantes del colegio Carmela Carvajal
a un día de la denuncia de abuso sexual de una trabajadora inmigrante haitiana
por un estudiante, ambos lugares símbolos del neoliberalismo y el patriarcado.
La probabilidad de que esto ocurriera era casi nula. Pero ha ocurrido.
Que
el movimiento social estudiantil trascendiera el 2011 las demandas
exclusivamente gremiales y atentara contra el lucro elevó la capacidad de
transversalizar la movilización a otros sectores sociales que se sentían
identificados con la lucha contra el abuso. Fue a la vista de muchos y muchas
una sorpresa la aparición de algo que cambiaría para siempre la manera de
pensar de la sociedad chilena.
Las
posibilidades de que el movimiento estudiantil ascendiera aún más en sus
demandas superando las reivindicaciones económicas, y surgieran movilizaciones
feministas que se tomaran colegios y al menos quince universidades con demandas
respecto de las transformaciones culturales y del cuidado de sus cuerpos,
respecto de las relaciones afectivas y/o sexuales, hasta hace unos meses algo
muy difícil de que ocurriera y a la vista de un sistema patriarcal parecía
prácticamente imposible. Pero aquí estamos, en ese caminar como mujeres que
somos desde nuestras diversidades exigiendo igualdad, desbordando la
institucionalidad.
Hemos
soportado la articulación de las diferentes situaciones de vulneración de los
derechos y la grave condena al sometimiento de una parte importante de la
población. Las generaciones de mujeres que se han sentido humilladas,
violentadas, abusadas, invisibilizadas han dicho en la voz de las estudiantes
ya no más. Actualmente los petitorios denuncian la negación de los derechos de
las mujeres en la actual institucionalidad. Situaciones que han intentado ser
abarcadas mediante protocolos contra el acoso, el abuso y la discriminación
quedan como letra muerta en los gabinetes universitarios. Es más, dichos
protocolos no han incorporado la transformación institucional que se requiere
para dar respuesta a la naturalización de la violencia contra las mujeres.
En
este contexto las tomas en los distintos espacios universitarios han sido
separatistas. Una de las razones radica en el hecho de que existan espacios a
salvo, para poder debatir y expresar las problemáticas de acoso y abuso que las
estudiantes han vivido por parte de sus compañeros, ayudantes y profesores.
Dichos espacios separatistas han sido promotores de organizadas discusiones
triestramentales, pudiendo las funcionarias y profesoras también participar en
la elaboración de las experiencias y petitorios. De dichos espacios surge la pregunta
de cómo los hombres, compañeros, ayudantes y profesores se construyen
críticamente desde una nueva masculinidad, solidaria con las mujeres, que
reconozcan las desigualdades existentes y sean capaces de hacer gestos y de
generar sororidad en el acompañamiento de las transformaciones culturales,
políticas, económicas, jurídicas y sociales que se requieren para crear un
feminismo comunitario.
Mientras
esto ocurre a una inicial y subordinada escala en los planteles educacionales
la situación no es muy distinta en la vida política, económica, jurídica y
cultural de las mujeres partícipes de la fuerza de trabajo.
En
este sentido, a continuación resaltamos algunos antecedentes para saber qué
ocurre en la vida laboral de las mujeres respecto de sus espacios productivos,
según cifras del INE y de la superintendencia de pensiones.
Empleo
Cabe
hacer notar que solo 3.754.950 mujeres son parte de la población económicamente
activa, mientras que en el caso de los hombres 5.245.170 son parte de la
población económicamente activa.
De
esa fuerza de trabajo 3.457.910 mujeres se encuentran empleadas, mientras que
en el caso de los hombres son 4.920.840 los que están empleados.
Salario
El
ingreso mediano mensual de los asalariados es 385.104 pesos chilenos. Para
hombres es de 401.630 pesos chilenos y para las mujeres de 350.000 pesos
chilenos. Esta situación cambia según sea la forma de pago. Pudiendo llegar a
ser en los casos de empleo informal, 148.040 pesos chilenos para las mujeres y
240.000 pesos chilenos para los hombres.
Brecha
salarial
Respecto
de las brechas salariales la situación es ya por ciertos sectores reconocida.
Pero sería de esperar que a igual trabajo igual salario. No obstante, esto no
es lo que está ocurriendo, y varía según la categoría laboral. En el caso de la
presencia de un empleador, existe una brecha salarial del 25,1%, mientras que
cuando es por cuenta propia la brecha salarial es 41, 9%, si es asalariado/a es
de un 19,3%, mientras que para el caso de servicio doméstico es de un 10%.
Puestos
de trabajo
Respecto
de la participación en los puestos de decisión al interior de las empresas,
solo el 32,4% de las mujeres asalariadas posee un puesto de responsabilidad o
decisión mientras que el 67,6% de los hombres desempeña puestos de
responsabilidad o decisión.
Asimismo,
el tipo de labor intensiva en mano de obra femenina normalmente trata de los
trabajos respecto del cuidado de la sociedad, los cuales poseen remuneraciones
más bajas, tales como los trabajos en enseñanza ( 70,8%), servicios sociales y
de salud (70%), hogares privados con servicio doméstico (83,9%) y
organizaciones extra territoriales (71,9%).
Pensiones
Considerando
que la definición de Mideplan de la línea de la pobreza está en 151,669 por
persona y que la Línea de la pobreza extrema está en 101,113 y el sueldo mínimo
es de 257.500 pesos, al menos el 55% de la población recibe una pensión (en
edad o anticipada, programada o temporal) que está por debajo de la línea de la
pobreza. Y el 24% de la población recibe una pensión por debajo de la línea de
pobreza extrema, considerando que la pensión Básica Solidaria de Vejez y de
Invalidez, es de 102.897 pesos.
El
88,4% de la población pensionada en la modalidad de pensión de vejez con retiro
programado, recibe menos de 200.000 pesos chilenos, 87% en el caso de los
hombres y 94% en el caso de las mujeres, reciben menos de 200.000 pesos
chilenos.
El
sistema de pensiones sigue estando diseñado sobre la base de un trabajador a
tiempo completo con un empleo y una cotización estables a lo largo de su vida
laboral. Así invisibiliza de manera interesada las trayectorias femeninas y las
importantes aportaciones que durante su vida las mujeres realizan a la sociedad
en forma de cuidados y trabajo doméstico o trabajo reproductivo. También
discrimina a las personas que no desarrollan una carrera laboral y de
cotización estables como resultado de períodos de desempleo, contratación
temporal y/o informal o períodos de conciliación de vida laboral y familiar de
cierta duración, entre otros factores que normalmente son vividos por lo general
por las mujeres. El reconocimiento de las trayectorias masculinas y la
penalización de las femeninas limitan los derechos sociales, las condiciones de
vida y la autonomía económica de las mujeres.
Desde
estudios, los salarios y hasta las pensiones, se reproduce un sistema que
genera desigualdad tanto estructuralmente como personalmente; se produce una
economía, una sociedad y una cultura en la cual el ciclo de vida completo está
en torno a la miseria de las mujeres y es por eso que hoy ocurre su despertar
político.
El
neoliberalismo ha construido una estructura de dominación en la que ser mujer,
de color o de los pueblos ancestrales, pobre y su interseccionalidad sitúa a
las mujeres en un espacio de exclusión y desigualdad.
Es
un hecho que el siguiente juego de toma de conciencia será la comprensión y
liberación de la sociedad chilena de las estructuras de dominación, desigualdad
y violencia contra las mujeres.
El
feminismo podría aun considerar solo el reconocimiento individual de los
derechos reproductivos, productivos y sexuales de las mujeres. En este sentido
la invitación que hace el movimiento estudiantil feminista a través de sus
comunidades universitarias y sus comunidades escolares es a crear un feminismo
comunitario que reconozca esos derechos de forma colectiva, generando un aporte
real en el tejido comunitario de nuestra sociedad.
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