Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Jhonny
Peralta Espinoza
Cuando
hablamos de moral nos referimos a las experiencias que responden a nuestro
interés por construirnos de una manera determinada y que solo se pueden dar
colectivamente, así la moral es un valor humano colectivo estratégico para
afrontar cualquier batalla. En nuestro caso sería seguir construyendo
experiencias en el marco de la Revolución Democrática y Cultural a través de
las relaciones que establecemos entre nosotros, y esto no es otra cosa que la
forma en la que entendemos la política, porque la moral seguirá consistiendo en
hacer lo que es mejor para las mayorías.
Así,
cuando nos preguntamos cómo está la moral del Proceso de Cambio, estamos
cuestionándonos qué tipo de relaciones estamos estableciendo entre nosotros
(experiencias) para poder construirnos de manera coherente dentro del Proceso
de Cambio. Entonces debemos analizar y cuestionar cómo se dan las experiencias
colectivas de los movimientos sociales y juveniles, y un sector de la
burocracia estatal con las luchas de transformación social y económica, que en
última instancia producen la toma de conciencia de lo que sucede en la
realidad, algo que se llama saber, un saber que se justifica desde la praxis
social y no desde teorías que pretenciosamente arguyen que reflejan la realidad
tal cual es. En concreto, la experiencia nos da la certeza de saber dónde
estamos parados y esto al menos nos dota de dignidad.
Entonces,
cuando nos preguntamos ¿cómo está la moral del Proceso de Cambio?, lo que
aspiramos a saber es cómo se dan las experiencias colectivas en los movimientos
sociales y juveniles y esa parte de la burocracia estatal. Pero antes de
respondernos a la pregunta, tenemos que tomar conciencia qué es lo que está en
juego en el Proceso de Cambio y cuál es la contradicción fundamental.
Cuando
surge el capitalismo lo hace en ambientes monárquicos, autocráticos,
dictatoriales y todo por el afán de preservar y proteger la propiedad de los
capitalistas. Entonces cuando la democracia emerge, la reacción de los
capitalistas es referirse peyorativamente a la democracia y lo asumen como un
peligro que tarde o temprano terminaría por expropiar sus riquezas. Debido a
este miedo secular es que la democracia y su equivalente que es el voto
universal tardan en consolidarse, así en EEUU cuando se dio la independencia en
1787, después de 100 años se atreven a otorgar el voto universal; y lo mismo
ocurrió en Francia, que una vez que la revolución terminó con la monarquía en
1799, después de 147 años aprobó el sufragio universal.
Entonces
lo que está en juego en el Proceso de Cambio es defender una democracia de los
pobres y para los pobres, que la estamos construyendo desde hace 12 años; y la
contradicción es democracia de los pueblos vs. democracia de los capitalistas,
por esta razón “Hayek, uno de los ideólogos más importantes del neoliberalismo,
no titubea en recomendar la abolición de la democracia si se trata de rescatar
al capitalismo” (A. Nadal), porque si algún precio tiene la democracia, este
precio es que siempre busquemos el bien común de la mayor parte de la sociedad.
Por
ello, cuando nos preguntarnos ¿cómo está la moral del Proceso de Cambio?, es
una pregunta fundamental, y para respondernos tenemos que estar conscientes de
que no hay cabida para los pretextos ni epítetos, no hay cabida para “los
dogmas que pretenden tener la exclusiva posesión de la verdad y las llaves del
paraíso “(S. Alinsky). Es tiempo de asumir nuestra responsabilidad
revolucionaria porque hoy más que nunca es necesaria la crítica, el debate, la
interpelación ante una falta de interés y desgaste de las masas, porque esta
actitud de las masas puede minar desde dentro el Proceso de Cambio para que la
derecha antinacional, la contrarrevolución y el imperialismo ganen terreno
político.
Movimientos sociales: sin unidad
no hay revolución
La
transformación del país mediante el Proceso de Cambio necesita estar acompañado
de un alto grado de unidad política que todavía no tiene, no me refiero a una
unidad homogénea y uniformizante, sino una unidad que venga desde abajo con
todas sus problemáticas y reivindicaciones y no desde los dirigentes que solo
buscan la instrumentalización de la base y el protagonismo personal para
obtener cuotas de poder. Estos actos individualistas de los dirigentes han
provocado que los movimientos sociales y la juventud, en particular, sigan
conviviendo con su mayor debilidad que es la imposibilidad de remontar sus
divisiones. Es un secreto a voces que los movimientos sociales han aprendido y
repiten hábitos del poder colonial (prebendalismo y clientelismo); los
movimientos juveniles atomizados se desahogan en acciones cenaculares y la
burocracia estatal incapaz de modificar su conducta republicana y neoliberal
reproduce relaciones laborales jerárquicas.
Estas
actitudes han envenenado de apatía y conformismo en el país, situación que debe
llevar a interpelar a los movimientos sociales y juveniles, a la burocracia
estatal si en verdad hacen o quieren hacer política, pero fundamentalmente
vinculada a la ética, y esto implica que la militancia política del Proceso de
Cambio, los dirigentes principalmente y después las bases de los movimientos
sociales, movimientos juveniles y parte de la burocracia estatal, se vinculen
al país sin que estén demasiados preocupados por sus luchas inmediatas, por
imponerse siempre como secta y por la disputa mediocre de poderes minúsculos.
Por estas conductas hemos envejecido a la política y la política envejecida se
ha convertido en una técnica reservada a un grupo de “políticos profesionales”;
cuando la política debería ser una práctica colectiva de contradicciones,
debates, polémicas, que no buscan imponer el consenso sino de construir desde
las identidades particulares el espacio de lo común, donde la unidad como
acción política se refleje en una confrontación ideológica que es la lucha de
las creencias, ideas y valores, para después generar acciones colectivas.
Como
afirmaba Mariátegui: “No es momento de espíritus pequeños y mezquinos” , es el
momento de la unidad combativa que no repara en sacrificios ni descansos.
La batalla cultural huérfana de
la arcilla de la juventud
Cuando
una creencia ha superado la prueba del tiempo y demostrado su utilidad queda
integrada en el conjunto de las prácticas sociales aceptadas por la gente,
además se puede atribuirle a esa creencia la categoría de verdad o realidad.
Por lo tanto, verdad y realidad existen gracias a las prácticas sociales que
las mantienen porque se considera que dichas prácticas mejoran al hacerlo así.
Entonces, si queremos saber qué nuevas prácticas sociales son útiles, lo
correcto es preguntarnos, ¿en comparación con las prácticas actuales, qué
práctica social alternativa de entre las que nos proponen, elegiremos y si será
útil?
Entonces
cuando hablamos de la lucha entre nuevas y antiguas creencias y prácticas,
estamos hablando de una batalla, una batalla que tiene que ver con la situación
social de las personas que no se definen en los amarres ni acuerdos de la alta
política, sino en la ideología, en ese imaginario que refleja cómo imaginamos
las condiciones para cambiar nuestras vidas, nuestras acciones “y cuáles los valores
por los que vale la pena luchar o, dado el caso, hacer un sacrificio”
(Z.Bauman)
En
este caso, el conglomerado social llamado a ser la vanguardia de la batalla
cultural es la juventud, principal beneficiario de un país que como nunca
ostenta dignidad, soberanía, proyecto de convivencia compartido, voluntad de
construir una sociedad de iguales…sin embargo la juventud en general y la que
se vincula al Proceso de Cambio, en particular, demuestran que todavía
arrastran una pesada herencia cultural (individualista, consumista,
insolidaria, hedonista…) y luchar contra esta herencia implica un largo proceso
de transformación cultural que es inevitable comenzar.
Ya
Fidel Castro sentenciaba así la batalla de las ideas: “Una revolución sólo
puede ser hija de la cultura y las ideas»
La política es una relación
social
Se
cree que en el ser humano hay algo que le inclina a la política por “esencia”,
pero esto no es así, el ser humano es apolítico y la política nace en la
relación entre los seres humanos, o sea la política es una relación social.
Pero hoy podemos preguntarnos por qué en nuestro país los ciudadanos que tienen
que vivir en polis, viven al margen de la política; quizás viven al margen por
el olvido y la indiferencia al que se las ha confinado desde las “alturas” de
la política de forma disimulada y espontánea.
Una
de las causas más importantes de esa indiferencia y ese olvido son las
distancias impuestas entre dirigentes y el pueblo, donde los primeros al
incorporarse al orden establecido y mejorar sus condiciones económicas fueron
absorbidos por un vulgar determinismo económico que les aleja de lo que palpita
el pueblo; esto refleja la separación entre moral y cultura, en otras palabras
entre experiencias y relaciones humanas o prácticas sociales, en otras palabras
las experiencias que tiene el pueblo llano con el Proceso de Cambio, o sea la
relación con los ministros, diputados, etc. siguen reflejando su carácter
conservador, jerárquico, vertical. Si los dirigentes de la Revolución
Democrática y Cultural pensaron que los votos del pueblo les pertenecía, están
equivocados, los movimientos sociales piensan y sienten, aunque no lo crean
ellos; por este motivo la política como relación social debe ser el espacio del
reino de la socialidad o sea que la política sea el ámbito que da la apertura a
la alteridad, a lo diverso, en un plano de compañerismo auténtico.
Pero
además de que la política es una relación social, también la política expresa
sus equivalencias. En nuestro país la política tiene como equivalentes a la
democracia intercultural, justicia indígena originaria, autonomías indígenas,
Estado Plurinacional, políticas sociales. Y en esta relación de la política y
sus equivalencias, la lucha por la hegemonía discursiva será ganada por el
discurso que se apropie del concepto de Estado pero en su carácter social y
revolucionario; conscientes que el sector conservador antinacional jamás
construyó una política con equivalencias tan inclusivas como los que plantea el
Proceso de Cambio.
De la escaramuza de las consignas
a la estrategia de las propuestas
Es
imperioso insistir en la imaginación y no buscar recetas, debatir entre todos y
todas para plantearnos acciones políticas en todos los campos, porque la
derecha también avanza en todos los terrenos. Hay que volver a lo esencial del
pensamiento crítico, no pensar tanto en las instituciones sino en nuestra
gente, y como nada está trazado y podemos inventar, si erramos en nuestras
propuestas, los indiferentes están obligados a callarse, porque daremos voz a
la creatividad.
Lo
reafirmamos, inventar no garantiza no errar, pero si no inventamos, no podemos
crear y solo vamos a repetir guiones que solamente nos llevarán al fracaso.
Porque
el momento histórico y nuestro compromiso revolucionario nos lo exigen, planteamos
para su discusión, debate y crítica, una política cultural que tiene que ver
con acciones de batalla cultural. Lo hacemos así, porque la política cultural
es el terreno donde el pueblo no delega, sino que decide desde su experiencia y
sus necesidades lo que considera debe ser transformado. Entonces lo que estamos
proponiendo es pasar del terreno normativo al terreno creativo y propositivo,
donde todos y todas podamos resignificar tradiciones, prácticas y normas,
ajustando lo nuevo y lo viejo para proyectarnos al futuro.
Por
estas razones abrimos el espacio de debate y cuestionamiento sobre las
siguientes acciones que planteamos para favorecer la continua transformación
del Proceso de Cambio, porque “el más inmoral de los medios es la no utilización
de ninguno de ellos” (S. Alinsky); además porque todo militante de la
Revolución Democrática y Cultural debe salir del hoyo de su inacción para
recuperar su identidad colectiva, porque de no hacerlo representaría el fracaso
de todo lo que democráticamente hemos venido construyendo.
1)
Cine Político: exposición del ciclo de Jorge Sanjinés en los
barrios, en las comunidades, en las sedes sindicales y las empresas
estratégicas estatales, para conocer el pasado y resignificar el presente como
un medio imprescindible para poder construir un proyecto de país con
sentido.
2)
Deporte sin vencedores: Campeonatos relámpagos de futsal, vóley,
básquet en los complejos deportivos inaugurados por el Proceso de Cambio, entre
nuestro pueblo y los servidores públicos y movimientos juveniles, como una
forma de fortalecer el proyecto de convivencia compartido.
3)
Brigadas del cambio: limpieza de plazas en ciudades intermedias,
arreglo de escuelas en comunidades a cargo de los servidores públicos y los
movimientos juveniles, donde el ejemplo es el medio de transformación social.
4)
Hablan los pueblos: RPOs debatiendo la realidad entre muchas
voces con los Movimientos Sociales y los movimientos juveniles.
5)
Haciendo política no somos políticos: debates políticos en los
ministerios con los grupos de compañeros comprometidos y con la participación
de ministros, viceministros, directores y jefes de unidad, para comenzar a
transformar jerarquías.
6)
Arte y organización social: música, teatro, danza, títeres,
murales, etc. a la cabeza de artistas con compromiso social, construyendo el movimiento
cultural.
7)
Construyendo un país nuevo: audiovisuales pedagógicos sobre
las conquistas del Proceso de Cambio.
8) No
hago periodismo hago política: dos periódicos con alto grado de
politización a nivel nacional y que sirva para los debates en los movimientos
sociales, en los ministerios, en los gobiernos municipales.
9)
Redes no retorcidas: las redes sociales no generan debate
político y produce votantes en calidad de consumidores que desconocen el
pasado, con una fragilidad ideológica e incapaces de participar activamente en
un proyecto de convivencia compartido, por tanto urge crear plataformas
virtuales con información sustentada, variada y clara.
10)
Poder para actuar y militancia para transformar:
formación política en los movimientos sociales, los ministerios, los gobiernos
municipales y nacionales donde se hayan consolidado o identificado grupos de
compañeros del Proceso de Cambio para crear la primera generación de cuadros
políticos.
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