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Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás

La rebelión de las criadas



Por: Micaela Fernández Darriba

“No alcanza con denunciar los mecanismos de opresión y desarrollar una teoría por nosotras y para nosotras. Se trata de ejercer una práctica transversal y ocupar los espacios masculinizados por excelencia: la política, la tecnología, la economía, la filosofía y el pensamiento, la ciencia, los medios de comunicación, los sindicatos, las organizaciones. Y también en la familia, en las instituciones, en las calles, en los espacios públicos, los barrios” (Marina Mariasch, “¿El futuro es feminista?”).



El pasado miércoles 1 de agosto, en el marco del debate político y legislativo por la despenalización del aborto en Argentina, se desarrolló frente al Congreso de la Nación la performance “Las Criadas II”. Con el mismo espíritu con el que se había hecho el mes anterior se creó y adaptó una nueva acción en la que las “criadas” (personajes de la paradigmática obra de Margaret Atwood popularizada en una serie) ya no marchaban con la cabeza gacha, ya no miraban hacia abajo con tristeza o con la mirada perdida, ya no se resignaban más a esa esclavitud.

Ahora se posaban firmes, seguras, con los ya emblemáticos pañuelos verdes, frente al Congreso y les exigían a los senadores y senadoras que respetaran sus derechos. Los carteles que sostenían decían por un lado “Nuestras vidas no se negocian”, y por el otro “Aborto legal ya”.


En la primera acción de “Las Criadas” participó una treintena de mujeres. En la segunda versión ya eran ciento cincuenta. El movimiento y la acción habían cobrado fuerza y eso devino en celebración por parte de muchas compañeras que deseaban participar. Luego se replicó en otras ciudades y regiones de la Argentina. Las “criadas” fuimos muchas y esa rebeldía contagiosa se transformó en una constante. No es la primera vez que la obra de Atwood traspasa el marco de la novela.



Ya se manifestaron como “criadas” las feministas en EEUU, frente a las puertas del Capitolio en Washington. Participé de la performance aunque sin vestirme de criada. Llevaba el mismo cartel que ellas, pero acompañaba desde otro lugar, junto a otras compañeras. Yo quería participar y a la vez ver todo, observar desde lejos y desde cerca la acción de las “criadas”, sus expresiones, sus pasos, sus voces enmarcadas en aquella caracterización tan potente y disruptiva para nuestro colectivo. Con túnicas rojas y cofias blancas “las Criadas” se abren paso entre la gente, irrumpen en el espacio llamando la atención, exhibiendo sus demandas. Desde lejos y desde cerca se observaba una imagen bellísima dotada de una poesía aguda y poderosa.

Nos tocó caminar frente a las personas antiderechos que estaban ahí manifestándose a favor del aborto clandestino: para que las criadas siguiéramos siendo criadas. Es más, estaban ahí para que hubiera un ejército mayor de criadas. “Lo podés dar en adopción” dice, como si la continuidad de un embarazo fuera un trámite sin compromiso físico y emocional para un cuerpo con capacidad de gestar. Somos cuerpos desechables, envases cambiables, vasijas y finalmente “objetos”. Objetos de goce y placer para un varón, objeto incubadora para una futura maternidad y objeto para una crianza sin compromiso de quien entrega el espermatozoide. Nos gritaban “sí, a la vida, sí, a la vida, sí, a la vida” y lo repetían como un mantra, como si esa frase absoluta y vacía de contenido los protegiera de esas mujeres libres que se manifestaban contra el oscurantismo y la irracionalidad frente al no derecho.

La única oradora fue una adolescente salteña llamado Milagros Peñalba, quien se había pronunciado en el Congreso a favor de la despenalización del aborto. Milagros leyó un documento redactado colectivamente y que representaba la voz de las y los estudiantes de escuelas secundarias. Milagros encabeza el movimiento denominado “La rebelión de las hijas”, por ese intercambio y recambio generacional que se produce entre las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y las denominadas “pibas” (niñas y adolescentes autodenominadas feministas que luchan por los derechos humanos de las mujeres y de los colectivos oprimidos en la Argentina).

Allí, frente al Congreso, vestidas de criadas o vestidas de nosotras, compañeras de todas las edades y de todos los sectores sociales, supimos que todavía hay mucho por transformar, aun a pesar de tantos logros, aun a pesar de tanta movilización y visibilidad, aún así se necesitan, son fundamentales, y es imprescindible la fuerza y la contundencia de la rebelión de las criadas.

Micaela Fernandez Darriba. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Directora y creadora de Foeminas, revista virtual de género, investigadora y crítica especializada en arte, cultura, comunicación y feminismos, cofundadora de La igualdad en juego.
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