Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Anselmo Esprella
Mientras
Carlos Mesa toca el timbre de una casa en un barrio popular de la ciudad de La
Paz, un equipo de comunicación filma cada detalle, lo que pretende ser un
encuentro casual con vecinos que se hacen los sorprendidos y se esfuerzan en sonreír
y parecer espontáneos. El nuevo boom con el que Comunidad Ciudadana (CC)
procura revolucionar las redes sociales, es presentado por sus militantes como
un derroche de imaginación y creatividad. Sin embargo, lo que para Carlos Mesa
es una novedosa campaña de comunicación, para los argentinos es un vetusto
ejercicio de marketing, que desde hace cuatro años viene desarrollando sin
éxito el partido de gobierno. Pero no es el único plagio.
“¿Qué
te han hecho, Daniel? No le mientas a la gente. Nunca hablé de devaluar”,
pronunció Mauricio Macri, el 15 de noviembre de 2015, en el último debate
presidencial televisado a todo el país. Para rematar, mirando sereno a las
cámaras le dijo a los electores: “No perderás nada de lo que tenías”. La
primera semana de su gobierno, promovió una fuerte devaluación del peso
argentino, engrosando las petacas de los especuladores de dólares. La economía
entró en una abierta recesión y se perdieron miles de puestos de trabajo. Solo
para tener una rápida idea de la brutalidad neoliberal, en menos de 4 años el
precio del pan subió el 500 por ciento, promoviendo la creación de un
regimiento de indigentes que buscan en los tachos de basura las promesas de
Macri, entremezcladas junto a unas sobras de comida podrida.
Hace
unos meses, el candidato boliviano admirador secreto de Mauricio Macri, declaró
enfático: “Se ha desatado una guerra sucia en mi contra. Lo repito con todas
sus letras, yo no creo en el neoliberalismo, no pienso privatizar ninguna
empresa. El partido de gobierno miente, miente y no se cansa de mentir” dijo,
en un repentino ataque, mezcla de credibilidad y nacionalismo.
Igual
que Macri, desesperado por el desplome en las encuestas, decidió olvidar en el
fondo del armario las miles de corbatas de cientos de colores, signo de
distinción de una clase social trepadora y parásita. El youtuber que fue
vicepresidente de Sánchez de Lozada, baila cumbia y lambada, huayno y “salay”.
Pasando del drama a lo grotesco, besa a niños descalzos que sus políticas de
exclusión han condenado a los basureros de la degradación humana.
El
30 de junio, Diego Ayo, vocero de Comunidad Ciudadana, comparó a Carlos Mesa
con Nelson Mandela. Luego, en el mismo espíritu tránsfuga de los “aportantes
truchos” del gobierno argentino, dijo que habían recolectado 10 millones de
dólares haciendo rifas y kermeses en las plazas de los barrios marginales.
En
su larga vida ninguno de los dos trabajó de otra cosa que de patrón. Después
del almuerzo, les gusta fumar, beber wiski y sacar las patas por el balcón del
palacio de gobierno. Van por la vida con una media sonrisa burlona,
despreocupados, confiados en que una fugaz operación de prensa, regrese todo a
su lugar, e incline a su favor los resultados de las elecciones.
Debieran
avergonzarse pero se jactan de su complejo de inferioridad. Viven sus raíces
“sudacas” como una maldición, un castigo cruel e inmerecido, condenados a un
destino que no les pertenece que no entienden ni quieren entender. Quisieran
haber nacido en otro sitio, lejos de estos parajes sin Dios: “Tres de mis
cuatro abuelos son de origen español, llegaron a Bolivia a inicios del siglo
XX. No tengo una profunda raíz boliviana, ni apellido ni pedigree”, sostuvo el
candidato a presidente de Bolivia. “Mis raíces me hacen más fuerte”, sostuvo
por su parte el jefe de gobierno argentino, emocionado por un reciente viaje a
Italia. Además, “en Sudamérica todos somos descendientes de europeos” concluyó
Macri, dejando ver las hilachas del eterno sueño oligarca de convertir al nuevo
continente, en la vieja y decadente Europa.
Carlos
Valverde y la embajada, le inventarán un nuevo hijo a Evo Morales, descubrirán
fortuitamente que los informes económicos del FMI y del BM, eran falsos y que
en realidad Bolivia, como en toda su funesta vida republicana, es la última
entre las últimas. Que todo fue mentira que jamás podrás comprarte un automóvil
o una casa. Pero me la pude comprar dirás incrédulo. Los medios te responderán
que todo fue mentira que nada tienes que estás en el piso pidiendo limosna,
pero no te das cuenta.
Mientras
la revista Veja de Brasil, el periódico El País de España, la CNN, el Nuevo
Herald, y toda la prensa nacional pro terrateniente, aguardan agazapados que la
embajada de EEUU invente un nuevo y truculento latrocinio, les ilumine el
pensamiento para llevar a este país descarriado lejos de los senderos del
pecado y la depravación. Les permita hacerse del poder, conducir a los pueblos
a un sitio universal donde no habrá pan para ninguno, pero habrá cielo para
todos.
Prometen
que esta vez serán diligentes que harán todo lo que no hicieron cuando
pudieron.
Y
como si no tuviesen nada que ver con la prostitución y la venta de mujeres a
través de sus revistas y sus páginas, firmarán pactos de no agresión a la
mujer, como el que acaban de suscribir los medios de comunicación en Bolivia.
Pero después de octubre continuarán vendiéndolas en la sección de
“entretenimientos”.
No
te sentirás culpable de haber votado por ellos. “Yo no sabía”, les dirás a tus
nietos. Luego querrás pegarte un tiro.
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