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Un sin techo con su perro, a la entrada de un supermercado en Barcelona. REUTERS/Nacho Doce
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Por:
Boaventura de Sousa Santos
Cualquier
cuarentena es siempre discriminatoria, más difícil para unos grupos sociales
que para otros. Es imposible para un amplio grupo de cuidadores cuya misión es
hacer posible la cuarentena al conjunto de la población. En este texto, sin
embargo, atiendo a otros grupos para los que la cuarentena es particularmente
difícil. Son los grupos que tienen en común una vulnerabilidad especial que
precede a la cuarentena y se agrava con ella. Esos grupos conforman lo que
llamo el Sur. En mi concepción, el Sur no designa un espacio geográfico.
Designa un espacio-tiempo político, social y cultural. Es la metáfora del
sufrimiento humano injusto causado por la explotación capitalista, por la
discriminación racial y por la discriminación sexual. Me propongo analizar la
cuarentena desde la perspectiva de quienes más han sufrido debido a estas
formas de dominación. En su conjunto, estos colectivos sociales constituyen la
mayoría de la población mundial. Selecciono unos pocos.
Las mujeres.
La cuarentena será particularmente difícil para las mujeres y, en algunos
casos, incluso puede ser peligrosa. Las mujeres son consideradas "las
cuidadoras del mundo", predominan en el ámbito de la prestación de
cuidados dentro y fuera de las familias. Predominan en profesiones como la enfermería
o la asistencia social, en la primera línea de batalla de la prestación de
cuidados a enfermos y ancianos dentro y fuera de las instituciones. No pueden
defenderse en cuarentena para garantizar la cuarentena de los demás. También
son ellas las que siguen estando a cargo, exclusiva o mayoritariamente, del
cuidado de las familias. Puestas en cuarentena, uno podría imaginar que, con
más brazos disponibles en casa, las tareas podrían estar más distribuidas.
Sospecho que no será así frente al machismo que impera y tal vez se refuerce en
momentos de crisis y de confinamiento familiar. Con los niños y otros miembros
de la familia en casa durante las veinticuatro horas, el estrés será mayor y
sin duda recaerá más sobre las mujeres. El aumento del número de divorcios en
algunas ciudades chinas durante la cuarentena puede ser un indicador de lo que
acabo de decir. Por otro lado, es bien sabido que la violencia contra las
mujeres tiende a aumentar en tiempos de guerra y de crisis (y ha ido en aumento
ahora). Una buena parte de esta violencia se produce en el espacio
doméstico. El confinamiento de las familias en espacios pequeños y sin salida
puede ofrecer más oportunidades para el ejercicio de la violencia contra las
mujeres. Basándose en información del Ministerio del Interior, el periódico
francés Le Figaro informaba el 26 de marzo de que la violencia
conyugal había aumentado un 36% la semana anterior en París. El Ministro de
Policía de Sudáfrica, Bheki Cele, informó el 2 de abril que en la primera
semana de cuarentena se registraron 87.000 denuncias por violencia de género.
Los
trabajadores precarios e informales, llamados autónomos. Después de
cuarenta años de ataques a los derechos de los trabajadores en todo el mundo
por parte de las políticas neoliberales, este grupo de trabajadores es
globalmente predominante, aunque las diferencias de un país a otro son muy
significativas. ¿Qué significa la cuarentena para estos trabajadores, que
tienden a ser los más rápidamente despedidos cada vez que hay una crisis económica?
El sector servicios, en el que abundan, será una de las áreas más perjudicadas
por la cuarentena. El 23 de marzo, la India declaró la cuarentena durante tres
semanas, afectando a 1.300 millones de habitantes. Teniendo en cuenta que en la
India entre el 65% y el 70% de los trabajadores pertenecen a la economía
informal, se estima que 300 millones de indios se quedarán sin ingresos. En
América Latina, alrededor del 50% de los trabajadores se emplean en el sector
informal. En África, por ejemplo en Kenia o Mozambique, debido a los programas
de ajuste estructural de los años 1980-90, la mayoría de los trabajadores son
informales. La indicación de la OMS de trabajar en casa y en aislamiento es
impracticable, pues obliga a los trabajadores a elegir entre ganarse el pan
diario o quedarse en casa y pasar hambre. Las recomendaciones de la OMS parecen
haber sido diseñadas pensando en una clase media que es una fracción muy
pequeña de la población mundial. ¿Qué significa la cuarentena para los
trabajadores que ganan día a día para vivir día a día? ¿Se arriesgarán a
desobedecer la cuarentena para alimentar a su familia? ¿Cómo resolverán el
conflicto entre el deber de alimentar a la familia y el deber de proteger su
vida y la de ella? Morir de virus o morir de hambre, esa es la opción.
Trabajadores
de la calle. Los trabajadores de la calle son un grupo específico de
trabajadores precarios. Los vendedores ambulantes, para quienes el
"negocio", es decir, la subsistencia, depende exclusivamente de la
calle, de quiénes transitan en ella y de la decisión, siempre impredecible para
el vendedor, de detenerse y comprar algo. Hace mucho tiempo que los vendedores
viven en cuarentena, en la calle, pero en la calle con gente. El impedimento de
trabajar para quienes venden en los mercados informales de las grandes ciudades
significa que potencialmente millones de personas ni siquiera tendrán dinero
para acudir a las instalaciones de salud si se enferman o para comprar
desinfectante y jabón para manos. Los que tienen hambre no pueden darse el lujo
de comprar jabón y agua a precios que están comenzando a sufrir el peso de la
especulación. En otros contextos, los uberizados de la economía informal que
entregan alimentos y pedidos a domicilio garantizan la cuarentena de muchos,
pero por eso no pueden protegerse con ella. Su "negocio" aumentará
tanto como su riesgo.
Los sin
techo o población de calle. ¿Cómo será la cuarentena para aquellos que no
tienen hogar? Personas sin hogar, que pasan las noches en viaductos, estaciones
abandonadas de metro o tren, túneles de aguas pluviales o túneles de
alcantarillado en tantas ciudades del mundo. En los Estados Unidos los
llaman tunnel people. ¿Cómo será la cuarentena en los túneles? ¿No han
estado toda su vida en cuarentena? ¿Se sentirán más libres que aquellos que
ahora son obligados a vivir en casa? ¿La cuarentena verá una forma de justicia
social?
Moradores
en las periferias pobres de las ciudades, favelas, barriadas, slums, caniço,
etc. Según datos de ONU Hábitat, 1,6 mil millones de personas no tienen
una vivienda adecuada y el 25% de la población mundial vive en barrios
informales sin infraestructura ni saneamiento básico, sin acceso a servicios
públicos, con escasez de agua y electricidad. Viven en espacios pequeños donde
se aglomeran familias numerosas. En resumen, habitan en la ciudad sin derecho a
la ciudad, ya que, viviendo en espacios desurbanizados, no tienen acceso a las
condiciones urbanas presupuestas por el derecho a la ciudad. Dado que muchos
habitantes son trabajadores informales, se enfrentan a la cuarentena con las
mismas dificultades mencionadas anteriormente. Pero además, dadas las
condiciones de vivienda, ¿podrán cumplir con las normas de prevención
recomendadas por la OMS? ¿Serán capaces de mantener la distancia interpersonal
en los pequeños espacios de vivienda donde la privacidad es casi imposible?
¿Podrán lavarse las manos con frecuencia cuando la poca agua disponible se debe
guardar para beber y cocinar? ¿El confinamiento en una vivienda tan pequeña no
tiene otros riesgos para la salud tan o más dramáticos que los causados por el
virus? Muchos de estos barrios ahora están fuertemente vigilados y, a veces,
sitiados por las fuerzas militares con el pretexto de combatir el crimen. ¿No
es, después de todo, la cuarentena más dura para estas poblaciones? ¿Los
jóvenes de las favelas de Río de Janeiro, a quienes la policía siempre les
impidió ir a la playa de Copacabana el domingo para no molestar a los turistas,
no sentirán que ya vivían en cuarentena? ¿Cuál es la diferencia entre la nueva
cuarentena y la original que siempre ha sido su modo de vida? En Mathare, uno
de los suburbios de Nairobi, Kenia, 68.941 personas viven en un kilómetro
cuadrado. Como en muchos contextos similares en el mundo, las familias
comparten una habitación que también es cocina, dormitorio y sala de estar.
¿Cómo se les puede pedir autoaislamiento? ¿Es posible el autoaislamiento en un
contexto de heteroaislamiento permanente impuesto por el Estado?
Cabe
señalar que para los habitantes de las periferias pobres del mundo, la actual
emergencia sanitaria se une a muchas otras emergencias. Según nos informan los
compañeros y compañeras de Garganta Poderosa, uno de los movimientos
sociales más notables en los barrios populares de América Latina, además de la
emergencia de salud causada por la pandemia, los moradores enfrentan varias
otras emergencias. Es el caso de la emergencia sanitaria resultante de otras
epidemias aún no resueltas y la falta de atención médica. Este año ya se
registraron 1.833 casos de dengue en Buenos Aires. Solo en la Villa 21, uno de
los barrios pobres de Buenos Aires, hubo 214 casos. "Por
coincidencia", el 70% de la población en la Villa 21 no tiene agua
potable. Este es también el caso de la emergencia alimentaria, porque hay hambre
en los vecindarios y los modos comunitarios de superarlo (comedores populares,
refrigerios) colapsan ante el dramático aumento de la demanda. Si las escuelas
cierran, la comida escolar que garantiza la supervivencia de los niños termina.
Finalmente es el caso del surgimiento de la violencia doméstica, que es
particularmente grave en los vecindarios, y el surgimiento permanente de la
emergencia por la violencia policial y la estigmatización que conlleva.
Los
ancianos. Este grupo, que es particularmente numeroso en el Norte global,
es generalmente uno de los grupos más vulnerables, pero la vulnerabilidad no es
indiscriminada. De hecho, la pandemia requiere que seamos más precisos sobre
los conceptos que usamos. Después de todo, ¿quién es anciano? Según Garganta
Poderosa, la diferencia en la esperanza de vida entre dos barrios de
Buenos Aires (el barrio pobre de Zavaleta y el barrio exclusivo de Recoleta) es
de unos veinte años. No es casual que los líderes comunitarios sean
considerados de "edad madura" por la comunidad y "jóvenes
líderes" por la sociedad en general.
Las
condiciones de vida prevalecientes en el Norte global han llevado a que una
gran parte de los ancianos se depositen (la palabra es dura, pero es lo que es)
en hogares, casas de reposo, asilos. Dependiendo de sus posesiones propias o
familiares, estos alojamientos pueden ir desde cajas fuertes de joyería de lujo
hasta vertederos de desechos humanos. En tiempos normales, los ancianos
comenzaron a vivir en estos alojamientos como espacios que garantizaban su
seguridad. En principio, la cuarentena causada por la pandemia no debería
afectar en gran medida su vida, dado que ya están en cuarentena permanente.
¿Qué sucederá cuando, debido a la propagación del virus, esta zona de seguridad
se convierta en una zona de alto riesgo, como está sucediendo en Portugal y
España? ¿Estarían más seguros si pudieran regresar a las casas donde vivieron
toda su vida, en el improbable caso de que aún existan? ¿Los familiares que,
por su propia conveniencia, los dejaron en asilos, no sentirán remordimiento
por someter a sus ancianos a un riesgo que puede ser fatal? ¿Y los ancianos que
viven en aislamiento no estarán ahora en mayor riesgo de morir sin que nadie se
dé cuenta? Al menos, los ancianos que viven en los barrios más pobres del mundo
pueden morir por la pandemia, pero no morirán sin que nadie se dé cuenta.
También se debe agregar que, especialmente en el Sur global, las epidemias
anteriores han significado que los ancianos tengan que prolongar su vida
laboral. Por ejemplo, la epidemia del SIDA ha matado y sigue matando a padres
jóvenes, dejando a los abuelos con la responsabilidad del hogar. Si los abuelos
mueren, los niños corren un riesgo muy alto de desnutrición, hambre y, en
última instancia, de muerte.
Los
internados en campos de refugiados, inmigrantes indocumentados o poblaciones
desplazadas internamente. Según cifras de la ONU, hay 70 millones. Son
poblaciones que, en su mayor parte, viven en cuarentena permanente, y para las
cuales la nueva cuarentena significa poco como regla de confinamiento. Pero los
peligros que enfrentan si el virus se propaga entre ellos serán fatales e
incluso más dramáticos que los que enfrentan las poblaciones de las periferias
pobres. Por ejemplo, en Sudán del Sur, donde más de 1,6 millones de personas
están desplazadas internamente, lleva horas, si no días, llegar a los centros
de salud, y la principal causa de muerte a menudo se puede prevenir, causada
por enfermedades que ya tienen remedios: malaria y diarrea. En el caso de los
campos de refugiados a las puertas de Europa y de Estados Unidos, la cuarentena
causada por el virus impone el deber ético humanitario de abrir las puertas de
estos campos de internamiento siempre que no sea posible crear en ellos las
condiciones mínimas de habitabilidad y seguridad exigidas por la pandemia.
Los
discapacitados. Han sido víctimas de otra forma de dominación, además del
capitalismo, el colonialismo y el patriarcado: el capacitismo. Se trata de cómo
la sociedad los discrimina, no reconoce sus necesidades especiales, no les
facilita el acceso a la movilidad ni las condiciones que les permitirían
disfrutar de la sociedad como cualquier otra persona. De alguna manera, las
limitaciones que la sociedad les impone hacen que se sientan viviendo en
cuarentena permanente. ¿Cómo vivirán la nueva cuarentena, especialmente cuando
dependen de quien tiene que romper la cuarentena para darles alguna ayuda? Como
se han acostumbrado desde hace mucho tiempo a vivir en condiciones de cierto
encierro, ¿ahora se sentirán más libres que los "no discapacitados" o
más iguales en relación con ellos? ¿Verán tristemente alguna justicia social en
la nueva cuarentena?
La lista
de los que están al Sur de la cuarentena está lejos de ser exhaustiva. Basta
pensar en los prisioneros y en las personas con problemas de salud mental, es
decir, depresión. Pero el elenco seleccionado muestra que, al contrario de lo
que transmiten los medios y las organizaciones internacionales, la cuarentena
no solo hace más visible, sino que refuerza, la injusticia, la discriminación,
la exclusión social y el sufrimiento injusto que causan. Resulta que tales
asimetrías se vuelven más invisibles frente al pánico que afecta a los que no
están acostumbrados al mismo. A la luz de las experiencias de estos grupos sociales
durante la cuarentena, se hace particularmente evidente la necesidad de
imaginar y concretar alternativas a los modos de vivir, de producir, de
consumir y de convivir en estos primeros años del siglo XXI. De hecho, la
pandemia y la cuarentena revelan cruelmente que las alternativas son posibles y
que las sociedades se adaptan a las nuevas formas de vida cuando esto es
necesario y sentido como correspondiente al bien común.
Traducción
de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
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