Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por:
Carla Espósito Guevara
La semana pasada una adolescente
se suicidó de hambre en Santa Cruz. La noticia conmovió a parte importante de
la sociedad boliviana que se sintió sacudida por la crítica situación de
pobreza en la que muchos bolivianos enfrentan la cuarentena.
Pero, en agudo contraste, tres
días después, una modelo cruceña, de nombre Stephany Herela, lanzó un
inverosímil “concurso de pobreza” que consistía en que la gente de escasos
recursos le manden un video en el que muestren que padecen necesidades y hambre
o requieren comprar algún medicamento. El premio consistía en la generosa suma
de 300 bolivianos, donados por ella, por su puesto, a quien le mostrara la
situación más dramática. La condición era seguirla en sus redes sociales. Según
Herela, se trataba de “una campaña de Dios”, de “un reto de amor”. El concurso
estaría en línea durante cinco semanas. Aunque la inédita competencia formó una
condena generalizada en las redes que obligó a retirarla mucho antes, no faltó
quien aplaudiera tan “loable” iniciativa, diciendo cosas como: “qué sería de
Bolivia sin nuestros influencers”.
Y es que lo que más preocupa es
que la generosa modelo de Corimexo, ¡es además “influencer!”. ¿Qué significa
esto? Un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un
tema concreto y, por su presencia e influencia en redes sociales, puede llegar
a convertirse en un prescriptor para la gente que lo sigue. Los influencers
tienen un gran poder de atracción y convencimiento en las plataformas sociales
y su poder no solo se extiende a temas comerciales, sino también a temas
políticos. Esto significa entonces que la caritativa muchacha tiene miles de
seguidores que la admiran y quizás cientos de niñas que sueñan ser como ella
cuando sean grandes. ¡Que la Pachamama nos libre!
No dejo de preguntarme, ¿qué
motivaciones condujeron a Herela a plantear semejante concurso? Sin duda,
aumentar su número de likes. Hacerse más popular por su noble y humanitario
corazón. Aunque pienso que más que “un
acto de amor” por los pobres este fue un acto de amor por sí misma. Considero
que la iniciativa en cuestión no expresa únicamente las mezquindades de su
fuero interno, sino igual el sentir y valores dominantes de su medio social.
El mentado concurso expresa la insensibilidad
de ciertos sectores sociales hacia la pobreza, convierte a los menesterosos,
sin nombre y sin rostro, en un espectáculo obsceno. Propone una mirada morbosa,
voyerista y casi pornográfica de sus vidas, los invita a exponer sin pudor y
públicamente sus miserias, a mostrar la fealdad de su vida frente a la mirada
escrutadora de la “gente linda”, que se siente más linda y superior cuanto más
miserables son los otros, lo que no es si no otra forma de continuar
estigmatizándolos y ultrajándolos social y moralmente.
Desnuda también y sin tapujos,
las limitaciones ideológicas de la “gente linda” que se mueve entre concursos
de belleza, señalando sus valores, su miseria moral, mientras expone a la par
su nulo conocimiento del país en el que vive y del cual sueña permanentemente
con escapar.
Lleva a pensar que el discurso
cristiano de la caridad y la limosna retornó como medio legítimo para enfrentar
la pobreza. Quizás las políticas asistenciales han regresado amenazando las
propuestas redistributivas y, de ser así, esto constituiría parte del retroceso
ideológico y moral que vive nuestro país. Por un lado, está el discurso del
terror, que criminaliza al pobre y, por otro, el de la caridad, que toca la
fibra sensible de la sociedad y, sin entrar en las causas estructurales de la
exclusión, tranquiliza sus conciencias. En esta dualidad terror-caridad, la
burguesía cruceña parece moverse.
Resulta indignante que, mientras
una niña muere de hambre en un lugar de este golpeado país, otra plantee ganar
popularidad a costa de exponer públicamente la miseria de los hambrientos. La
pobreza no es espectáculo, no es un reality show para entretención de la
burguesía. No estamos en los Juegos del hambre. Acá nadie gana puntos con la
pobreza ajena.
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