Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Lorgio
Orellana Aillón
La relación entre las
preferencias electorales y la orientación de las movilizaciones sociales
permite analizar los cambios en la correlación entre fuerzas sociales, esto es,
la situación política.
La historia de los regímenes
constitucionales en Bolivia, desde sus conflictivos comienzos a fines de los
años 70, muestra una estrecha relación entre el comportamiento de los electores
y la orientación de las movilizaciones sociales.
Así, el importante caudal
electoral de los gobiernos neoliberales (1985-2003) no podría explicarse sin la
relativa desmovilización que caracterizó al período. Según la base de datos del
CERES, elaborada por Miguel Villaroel Nikitenco, si durante el último gobierno
de Hernán Siles Suazo (1982-1985), la prensa registró un promedio de 54 eventos
de movilización social por mes; entre el gobierno de Víctor Paz Estensoro
(1985-1989) y el de Jaime Paz (1989-1993), la prensa registró un promedio de 22
eventos de movilización social por mes. El primer gobierno de Gonzalo Sánchez
de Losada (1993-1998) fue el de menos marchas callejeras, menos huelgas de
hambre, en suma, menos movilizaciones sociales: la prensa registró un promedio
de 15 eventos por mes, próximo al de la dictadura militar de Hugo Banzer
Suárez, de 11 eventos por mes.
La relación entre las
preferencias electorales y la orientación de las movilizaciones sociales
permite analizar los cambios en la correlación entre fuerzas sociales, esto es,
la situación política. Así como la relativa estabilidad de los regímenes
políticos en Bolivia se asocia con una relativa desmovilización; por el
contrario, como hace casi un siglo lo mostrara Leon Trotski en su clásico
Historia de la Revolución Rusa, el declive de los regímenes políticos está
asociado con el inicio de dinámicas de ascenso de las movilizaciones sociales.
Partiendo de este enfoque,
consideramos que la orientación de las movilizaciones sociales de
octubre-noviembre del año pasado, que exigían la renuncia de Evo Morales, y las
preferencias electorales que aparecen en la encuesta de Ciesmori publicada el
15 de marzo, son importantes variables para un análisis de la percepción social
referida al partido derrocado en noviembre pasado, el MAS. A nuestra manera de
ver, los datos de Ciesmori refutan contundentemente el planteamiento de que el
MAS fue derribado por una rebelión popular. Veamos.
Pará interpretar los datos, es
útil comparar las encuestas actuales —una radiografía posterior a las
movilizaciones de octubre-noviembre pasado— con el comportamiento del
electorado después de las grandes rebeliones populares que sacudieron Bolivia a
inicios de siglo. En 1997, Hugo Banzer Suárez ganó las elecciones nacionales
con el 23,3%; Condepa obtuvo 17%, UCS 16%. A partir de acuerdos en el Congreso
entre estas fuerzas políticas se formó una coalición que llevó al exdictador al
gobierno.
La insurrección de abril de 2000
en Cochabamba contra la transnacional Aguas del Tunari, y las movilizaciones
aymaras en el Altiplano de abril y septiembre de ese año, movieron las capas
tectónicas de la sociedad boliviana; y, entre otras cosas, hundieron al partido
de gobierno ADN y a sus socios. En las elecciones de 2002 ADN obtuvo el 3,3% de
los votos, Condepa 0,33% y UCS el 5,51%.
Un efecto similar tuvo la guerra
del gas de octubre de 2003 y las jornadas de mayo y junio de 2005 en la
coalición gobernante dirigida por el MNR. Si en las elecciones de 2002 el MNR
sacó el 22,57% de los votos, NFR 20,91% y el MIR 16, 32%, después de aquellos
procesos insurrecionales, los partidos de dicha coalición cayeron
estrepitosamente. En las elecciones de 2005 el MNR sacó 6,46%, NFR 0, 68% y el
MIR practicante desapareció como partido. La “guerra del agua” de abril de
2000, la “guerra del gas” de octubre de 2003 y las jornadas de mayo-junio de
2005 fueron verdaderas insurrecciones populares que modificaron drásticamente
el mapa político.
Sin embargo, a pesar de la
inmensa propaganda adquirida por la llamada “revolución de las pititas” de
octubre-noviembre del año pasado, sus efectos en el tablero político, según
muestran las encuestas, ni siquiera se aproximan a los efectos políticos de los
procesos insurreccionales del pasado. A inicios de siglo, los movimientos
revolucionarios llevaron los porcentajes de los partidos gobernantes a los
suelos. Por el contrario, si tomamos como válida la votación de octubre pasado,
el MAS ha bajado de un 47% a un 38% (votos válidos). Si a eso añadimos el hecho
de que, por ejemplo, el año pasado las encuestas daban al MAS cerca de un 33% de
la preferencia electoral (Mercados y Muestras), es presumible que el voto le
sea aún más favorable. Aun sin tomar en cuenta esta última consideración,
asumiendo como válida la encuesta de Ciesmori, el “efecto pitita” se aproxima
al 9% en la caída del MAS. Pero no da para más.
Conclusión: Comparando los
efectos políticos de las rebeliones populares de inicios de siglo en las
preferencias electorales, con los efectos de la “revolución de las pititas” en
las preferencias electorales mostradas por la encuesta de Ciesmori del 15 de
marzo, se constata una caída del MAS del 9% en comparación con las drásticas
caídas porcentuales del MNR, ADN, MIR, NFR, Condepa y UCS de inicios de siglo
que se sitúan cerca del 18% y que dejaron a dichas agrupaciones electorales en
su mayoría por debajo del 5%. La preferencia electoral por el MAS, al
contrario, está cerca del 40%, en primera vuelta (datos válidos). Y, en segunda
vuelta, figura como posible ganador de las elecciones. Estos datos confirman
nuestra hipótesis de partida, en el sentido de que la estabilidad o el declive
de los regímenes políticos están estrechamente relacionados respectivamente con
dinámicas de reflujo o ascenso de las movilizaciones sociales. En vista de
ello, en el caso que nos ocupa podemos concluir que: no fue una rebelión
popular la que derrocó al MAS del gobierno.
Investigador de la UMSS
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